¿De qué hablamos? De embarcaciones, buques, acero, hierro, armas, informática, cibernética; digamos, a final de cuentas, naves con alta tecnología; todo lo cual es ¡¡¡Nada!!! Nada, si no existieran los hombres que los tripulan; aquellos personajes que en una conjunción enigmática, impenetrable, solemne, arcana y muchas veces silenciosa e incomprensible contribuyeron y continúan coadyuvando en el forjar del Espíritu Submarinista. ¡¡¡A su mística!!! La cual, como revelación religiosa, ha pasado de generación en generación; yendo de la mano con el adelanto y la tecnología.
PREFIERO HOMBRES DE ACERO EN BUQUES DE MADERA QUE HOMBRES DE MADERA EN BUQUES DE ACERO
Muchas veces nos enfrascamos en conversaciones sobre la situación del material y damos nuestra opinión tratando de definir el mejor tipo de submarino, discutiendo sus características o nacionalidad; también dejamos volar la imaginación y concluimos con las consabidas palabras ……. “ojalá, si tuviéramos, si pudiéramos, por qué no”, etc.
¿De qué hablamos? De embarcaciones, buques, acero, hierro, armas, informática, cibernética; digamos, a final de cuentas, naves con alta tecnología; todo lo cual es ¡¡¡Nada!!!
Nada, si no existieran los hombres que los tripulan; aquellos personajes que en una conjunción enigmática, impenetrable, solemne, arcana y muchas veces silenciosa e incomprensible contribuyeron y continúan coadyuvando en el forjar del Espíritu Submarinista. ¡¡¡A su mística!!! La cual, como revelación religiosa, ha pasado de generación en generación; yendo de la mano con el adelanto y la tecnología.
Esa mística que nos introduce en los fenómenos que no se pueden explicar racionalmente; y se identifica con un grado máximo de perfección y conocimiento. Este estado genera la espiritualidad, la cual no es otra cosa que el ejercicio natural que todo ser con conciencia hace del vigor innato, o fortaleza que alienta a obrar, manifestándolo en forma de ánimo, valor, aliento, brío, esfuerzo, vivacidad e ingenio.
Como todos los marinos saben, un buque sin tripulación no es más que un gran pedazo de metal que se encuentra en el mar, sea de superficie o submarino; la tripulación es el alma y sustento de su buque, es lo que hace la diferencia entre las armadas.
Es cierto que las características técnicas y la superioridad tecnológica son factores muy importantes en cualquier tipo de plataforma de guerra, pero en un submarino el arma más desequilibrante es el personal que lo conforma. Su disciplina, sinergia, capacidad de trabajo en equipo y confianza entre todos sus miembros, son las características que llevan la misión a un feliz término; no importa que el enemigo posea equipos de última tecnología y que nuestro submarino tenga 30 años o más.
Wolfgang Lütz, uno de los más connotados comandantes de submarinos alemanes en la segunda guerra mundial, expresó en un discurso ante el alto mando naval: "Los submarinos son armas mortales. Ellos son un multiplicador de fuerza que pueden “diezmar” a toda una fuerza naval. Y es necesario ser un tipo especial de persona para ser submarinista. No cualquiera soporta esta tarea. La dedicación y confianza ciega en nuestros colegas tripulantes, produce los mejores submarinistas”. Y concluyó: “Colocaría mi propia vida en las manos de cualquier miembro de mi tripulación. Confío en ellos y ellos confían en mí”.
En reducido lugar conviven 35 o 40 hombres. Allí trabajan, comen, duermen y satisfacen sus necesidades, en medio de equipos, tuberías, manómetros y manivelas. Es aquí donde estriba uno de los detalles que caracteriza la vida a bordo de un submarino. La palabra privacidad no existe en el manual del submarinista. Esta circunstancia los convierte en seres especiales, que deben estar dotados de un espíritu y de un estado anímico muy especial.
A diferencia de los buques de superficie en los que oficiales y suboficiales tienen su propio ámbito, casi imposible de franquear, en un submarino el tripulante de más bajo rango se cruza en innumerables oportunidades, y en diversas situaciones, con el Comandante ….. “El Número Uno del buque”.
Ni siquiera éste tiene la privacidad que, en otra unidad de mar, le confiere su rango. Pese a que dispone de su propio espacio - de tres metros cuadrados - con una litera, un armario, un escritorio, un lavatorio rebatible y una silla…… debe salir de él si es necesario efectuar alguna inspección o trabajo, o si el cocinero necesita sacar algún alimento de la cámara frigorífica, situada cercana a su camarote.
Oportuno es resaltar el Comando y la realidad en el fondo del mar:
Durante las navegaciones prolongadas, cualquier tipo de entretenimiento se torna aburrido; es entonces cuando aflora el espíritu curtido de años de submarinista. Cuando no están de guardia o durmiendo, la camaradería y la confianza entre los tripulantes salen a la luz y se convierten en la clave de la vida a bordo.
Con sinnúmero de pormenores, de vital importancia para la vida en el buque, el Comandante cultiva en sus oficiales el sentimiento que trasciende la rigidez de la estructura jerárquica, sin perder las formas propias de la fuerza naval y el respeto por el rango. Los instruye para que se acerquen a la dotación y sepan escuchar reclamos o, simplemente, dar apoyo anímico al que lo necesita. Cuanto más estrecha sea la cooperación entre oficiales y suboficiales, tanto mayor será la disciplina en el buque.
Un Comandante debe estar realmente interesado en el bienestar de sus hombres, comprender sus sentimientos y ser su guía en todos los aspectos. Cuando se ordena algo extraordinario, hay que decirles claramente lo que se espera de ellos, para que así sean capaces de obedecer. El ritmo normal de la vida queda completamente trastornado y reducido a una eterna monotonía; es obligación del Comandante hacer cuanto pueda para provocar en ella cierta variedad.
Otro problema es la falta de regularidad en el sueño, agravado especialmente para el Comandante, por el peso de la responsabilidad abrumándole durante los operativos y patrullajes, manteniéndole continuamente en aguda tensión. Sin embargo esta tensión se minimiza al compartir la información; en los submarinos, casi toda la dotación actúa con la desventaja de no participar directamente en el combate; en definitiva el Comandante es el único que aprecia la situación, y toda decisión e iniciativa está única y exclusivamente en sus manos. Pero, al mismo tiempo, la más pequeña falta o descuido de sus hombres - cerrar una válvula antes de abrir otra, por ejemplo - puede malograr un ataque. Tales faltas son responsables directas del fracaso.
Cuando todo el mundo, en cambio, ha cumplido perfectamente con su obligación y, como resultado, se ha conseguido el objetivo, los hombres pueden pensar que su papel ha sido secundario. Por esta razón, cuando se ha obtenido algún éxito, el Comandante debe hacer cuanto pueda para que todos se sientan partícipes del mismo.
Durante la travesía, los sentidos se reacomodan: los ojos pierden profundidad de campo, las imágenes pierden dimensión; no hay nada para ver más allá de los diez metros. Lo mismo sucede con el olfato, que rápidamente se acostumbra a la mezcla de humores y aceites que conviven en el submarino. O con la percepción de temperaturas, homogeneizadas en los quince grados por el aire acondicionado que, lejos de proveer confort, funciona para evitar la condensación de vapor de agua y para mantener los equipos de abordo en perfecta operación.
Y, lentamente, el oído se convierte en el sentido clave del submarinista; no sólo porque debe escuchar las órdenes que deberá cumplir, sino porque con él reconstruirá el mundo exterior; que se vuelve relativo, a falta de otra referencia más allá de la auditiva. A tal punto que, para seguir la marcha del reloj, se dispone mayor o menor iluminación dentro del buque para recordar que afuera - allí arriba - es alternativamente de día y de noche.
Para muchos, la del submarinista es una vida extraña; pero si bien en algún punto esto es verdad, cierto es también que pocos lograrían distinguir a un submarinista de una persona común si se lo cruzaran en una fiesta o en el supermercado. La vida en el submarino les impone retos. Y a la lucha por dominar un buque que desafía las profundidades del mar se sobrepone otra: La lucha consigo mismo. En el submarino, a ciento cincuenta pies de la superficie o más, es cuando aparecen los hombres de mar en toda su dimensión.
Por ello, factor vital en la vida abordo es la moral de la tripulación; qué depende de la disciplina, el éxito: Si un Comandante tiene éxito, su tripulación lo respetará más y preferirá, aunque sea extremadamente exigente, a otro que les tenga muchas consideraciones pero sin éxito.
Es también factor importante la perfecta organización de la vida de a bordo, de una rutina diaria bien establecida y armonizada; fundamental es el ejemplo y la actitud correcta de los oficiales, así como el liderazgo, junto con una preocupación genuina por el bienestar personal de los hombres.
La colectividad submarinista de cualquier país reúne a hombres de ayer y de hoy; los primeros forjaron en el duro acero de la vida una Fuerza de Submarinos eficiente y muy profesional; legando con su ejemplo y enseñanzas la consigna permanente de la defensa de la patria; los segundos, que hoy la integran, tienen el compromiso ineludible de continuar con la honorable herencia de sus antecesores; por lo que me permito expresar a la generación actualmente en la actividad, que esa herencia se convierte en responsabilidad que les impone mantener y mejorar lo que aquellos les legaron.
De esa manera conformarán también la larga lista de hombres de mar que dedicaron su vida con abnegación, eficiencia profesional y gran espíritu de cuerpo al servicio del arma submarina. Mañana ustedes también deberán legar a las futuras generaciones las más valiosas y acrisoladas tradiciones, teniendo como norte que para lograr esa continuidad es necesario poseer una verdadera vocación de servicio, espíritu de sacrificio y disciplina consciente; es decir, no ser simplemente especializados en submarinos portando una insignia sobre el pecho, sino:
¡¡¡Verdaderos Submarinistas!!!
Eduardo Ferré Cornejo
Contralmirante
Armada del Peru
El Señor Eduardo Ferré Cornejo es Oficial de la Armada Peruana en situación de retiro con el grado de Contralmirante; integro la dotación de seis de los submarinos peruanos, cuatro de construcción norteamericana: BAP 2 de Mayo, BAP Abtao, BAP Angamos y BAP Iquique y dos de construcción alemana: BAP Casma y BAP Antofagasta; ocupo el cargo de Segundo Comandante en BAP Angamos, BAP Iquique y BAP Casma; culminando su ciclo embarcado como Comandante del BAP Antofagasta, concluyendo el servicio en la Fuerza de Submarinos del Perú como Comandante de la Segunda División de Submarinos. En la actualidad ocupa, por segundo periodo consecutivo, la presidencia de la Asociación de Oficiales Submarinistas del Perú.
Agradecemos al Señor Eduardo Ferré Cornejo por compartir este excelente trabajo con la Comunidad Submarinista Latinoamericana.
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