La vida en el fondo del mar tiene sus propios mitos, códigos y secretos. No recomendable para aquellos que sufren de claustrofobia.A bordo d...
La vida en el fondo del mar tiene sus propios mitos, códigos y secretos. No recomendable para aquellos que sufren de claustrofobia.A bordo del submarino LOBO GRIS (homónimo de algún Submarino Argentino) contare mi experiencia (Alias “El Turco”).
Para los novatos, en las profundidades del mar suponen un misterio atrayente. Como tantas veces a través de la historia, se mezclan ficción-realidad y se alimentaron mutuamente.
Doscientos años de historias y sucesivos saltos tecnológicos ,transformaron a los submarinistas, en su doble condición de marinos y buzos, en elegidos. Ellos y sus formidables máquinas han logrado dar un gran salto. Niños mimados de las Armadas del mundo, los tripulantes de los submarinos conviven con el medio líquido y se internan en él sin temores. La vida dentro de esos colosos cilindros de acero pintados de color gris para mimetizarse con el fondo del mar los hace raramente fascinante. Es que lo cotidiano, en el interior de un submarino, se redefine hasta desafiar las convenciones de la vida terrestre, cambia para convertirse en una realidad acuática. Lo primero que llama la atención al entrar en un submarino es la posición para enfrentar la escalinata que conduce hacia la escasez de lugares habitables. Lejos de amedrentarse, los iniciados en los misterios de las profundidades advierten, a modo de consuelo: "No hay que preocuparse demasiado. Lo que se pierde en comodidad, se gana en otros aspectos". El desafío lanzado por el experimentado navegante poco a poco se cumplirá con precisión de relojería.
En busca del diseño ideal
Al igual que en el proyecto y desarrollo de los aviones, los diseños de embarcaciones submarinas se sucedieron en busca de la optimización. Y, como en el caso de aquellos, la naturaleza ofreció el modelo viviente: los cetáceos.
Por eso, los submarinos parecen en la actualidad enormes ballenas, de las que se diferencian únicamente por la gran vela que sobresale sobre la cubierta, confina la torreta desde la que el comandante del buque dirige la navegación en superficie con un par de hombres (el vigía, el radio y algún curioso que desea ver el horizonte. A diferencia del marino de superficie, el submarinista sabe que su buque tiene la capacidad de moverse en tres dimensiones. Como en un avión, aunque en distinto medio. Pero, en contraste con las naves del aire, la resistencia del medio acuoso hace que en el submarino los movimientos sean lentos necesita profundidad para realizar cualquier maniobra segura.
Hacia las profundidades Los 35 tripulantes del LOBO GRIS se aprestan para la partida. Cada uno conoce su trabajo y lo ejecuta con precisión. La dotación se divide, la que esta en cubierta y los que preparan la maniobra dentro del cigarro. En el diente de submarino, el muelle de amarre, a minutos de zarpar, las tareas cobran un ritmo ansioso.
Es una tarde de sol en la Base Naval Mar del Plata, asiento de la fuerza de submarinos Argentina.
El SUBMARINO suelta amarras (su cordón umbilical al muelle) y apunta la proa con decisión hacia Cabo Corrientes después de ser liberado por los remolcadores, que ayudan a que la maniobra de zarpada sea mas positiva, que no por conocida y practicada deja de ser arriesgada. Desde la escollera norte, visitantes y curiosos agitan sus manos saludando la partida del gran cigarro metálico. Desde la vela, el Comandante “Tango Feroz” , responde el agasajo enarbolando su boina con la sutil caballerosidad propia de su jerarquía. "El mar está bravo, vamos a tener cuatro horas movidas", advierte su Segundo, que parado sobre la vela, en lo más alto del submarino, dirige los aprestos de guardado de amarras y cierre de escotillas, en la cubierta de libre circulación. El pronóstico se cumple y comienzan los escarceos. La proa se hunde, caprichosa, en las olas desafiantes que provocan el rolido, ese movimiento de vaivén transversal propio de las embarcaciones mas acentuado la del submarino por no tener quilla (columna vertebral de un buque). Hacia la popa, sobre la banda de babor hacia atrás y hacia la izquierda, Mar del Plata comienza a debilitarse su grandeza. Playa Grande, el Torreón del Monje y la Casa de Piedra (el casino)se convierten en puntos que el ojo humano se obstina en divisar desafiando la bruma marina.
Prepárense para ir a inmersión Ya es de noche las cartas de navegación indican como apto ese lugar para sumergirse. "¡Prepararse para ir a inmersión!" La voz del comandante atruena en el interior del submarino. Una composición de hombres toman posición en cada cuarto de bombas por si se tiene que hacer una salida a superficie en forma manual llega el momento clave del trayecto. En contraste con lo que vulgarmente se cree -y esto quizás desilusione a más de un lector-, el cuerpo humano no experimenta ninguna sensación al ir a inmersión. Quizás pueda existir ansiedad, pero no hay una respuesta física al sumergirse. Las viejas y bruscas maniobras de inmersión, en las que parecía que el submarino se zambullía en el agua de proa están en desuso. Hoy, los navegantes optan por dejar "caer" el buque por la popa y, al sumergirse ésta, completan la maniobra hundiendo la proa. Así evitan la innecesaria exposición a los golpes de la tripulación. En pocos minutos, el buque está cubierto por las aguas. Y se percibe el primer cambio significativo de condición: reina la quietud absoluta, deja de sacudirse . Es que el submarino está ahora en su hábitat natural, debajo del agua. Finalizada la maniobra de inmersión, con el barco controlado y estabilizado a 18 m que es la profundidad de periscopio, el comandante hecha un vistazo a través del periscopio de observación y, con una mano en uno de los manubrios del aparato óptico y con su codo rodeando el otro, gira lento, pero sin pausas, e inspecciona el horizonte a 360°.
"Todo bajo control. Descendemos a plano 30, abajo el periscopio", ordena. Sin posibilidad de mirar hacia el exterior -los submarinos científicos pueden visualizar en la profundidad a través de un pequeña ventana- el cuerpo percibe que la maniobra se cumple. Se convierte en un plano inclinado, sin punto de apoyo, que nos hace ir hacia adelante. Ahora, a 30 m de profundidad, comienza la verdadera estadía en el buque. Aquella que, lentamente, cambia la vida de los hombres embarcados, trastoca la realidad de la superficie.
Otro hábitat, otros hábitos
Mientras se navega en inmersión, sólo un tercio de la dotación permanece en sus puestos de guardia. El resto queda liberado para ocupar su tiempo, hasta que deba cumplir guardia, del modo que más le plazca. Pero una breve descripción del área habitable de un submarino demuestra que las posibilidades de utilización del tiempo de ocio son por demás reducidas. En el LOBO GRIS, sólo unos metros de eslora -la longitud- están envueltos en el casco resistente, la parte en la que el barco está protegido de la presión externa. Por otra parte, tiene poco más de 7 m de manga (diámetro), y sólo la mitad superior está preparada para ser habitada. En ese escaso lugar conviven 35 hombres. Allí trabajan, comen, duermen y satisfacen sus necesidades, en medio de centenares de manómetros, equipos y manivelas. Es aquí donde estriba uno de los detalles que caracteriza la vida a bordo de un submarino. La palabra privacidad no existe en el manual del submarinista. Esta circunstancia los convierte en seres especiales, que deben estar dotados de un espíritu y de un estado anímico muy especial. A diferencia de los buques de superficie, en los que oficiales y suboficiales tienen su propio ámbito, casi imposible de franquear, en un submarino el tripulante de más baja jerarquía se cruza en innumerables oportunidades, y en diversas situaciones, con el comandante, N°1 del buque. Ni siquiera éste tiene la privacidad que, en otra unidad del mar, le otorga su rango. Pese a que dispone de su propio camarote de dos metros por uno, con una cama, un armario, un escritorio con un lavado y una silla. El Segundo comandante tiene otro camarote separado del resto de los seis oficiales que tienen sus camas en otro pequeño cuarto, situado al lado del camarote del Segundo, en el centro una mesa que hace de comedor que para el embarque de torpedos se levanta y se rebate el piso, todo esto forma la cámara de oficiales donde también están los mandos del guinche de proa manejados por un hombre de máquinas. De este cuarto hacia popa esta comando punto central del buque, lugar desde donde se controla todo el submarino en forma remota, donde esta el timonel y los planeros, el oficial de inmersión, el radar, el sonar. Bajando por una diminuta escalera nos encontramos con el comedor y camareta para Suboficiales y Cabos que en el horario de las comidas se registra la “guardia de maría” simpático nombre que se le da al hombre de menor jerarquía que sirve las comidas, ya que hay un solo camarero que sirve al comandante, hacia la proa está la sala de torpedos que a veces se utiliza como alojamiento para las visitas, hacia popa esta la cocina y luego vienen las camas del resto de la tripulación en el cual las de las bandas son mas largas utilizadas por lo hombre de gran estatura. Por eso, cualquier entretenimiento ruidoso es inaceptable y atenta contra la convivencia. El esparcimiento se reduce, así, a jugar a las cartas , a ver películas en video y a leer. Algunos prefieren dar un paseo que solo unos metros les permite moverse, siguiendo a popa se encuentra control lugar que cubren los puestos los maquinistas y electricistas y llegando casi al final del buque esta la sala de máquinas y el MEP (motor eléctrico de propulsión)
La realidad en el fondo del mar
Pero, cuando se prolonga la travesía, cualquier entretenimiento se torna aburrido. Es entonces cuando aflora el espíritu curtido de años de submarinista. Es el tiempo de los nuevos hábitos de mar. Cuando no están de guardia o durmiendo, los hombres piensan. Y les sobra tiempo. Entonces, la camaradería y la confianza entre los tripulantes salen a la luz, y se convierten en la clave de la vida a bordo. Otro tanto ocurre con el tratamiento de los desechos orgánicos e inorgánicos del submarino. Con sólo dos baños, el racionamiento del agua y la expulsión de desperdicios son tareas que se programan de forma tan minuciosa como una batalla. Es que, a veces, la sensación de que se está solo es más fuerte en las profundidades. Durante la travesía, los sentidos se reacomodan: Los ojos pierden profundidad de campo, las imágenes pierden dimensión; no hay nada para ver más allá de los cuarenta metros. Lo mismo sucede con el olfato, que rápidamente se acostumbra los olores típicos que conviven en el submarino. O con la percepción de temperaturas, homogeneizadas en los quince grados por el aire acondicionado que, lejos de proveer confort, funciona para evitar la condensación de vapor de agua y para mantener los equipos de la nave en perfecta operación. Y, lentamente, el oído se convierte en el sentido clave del submarinista. No sólo porque debe escuchar las órdenes que deberá llevar a cabo, sino porque con él, reconstruirá el mundo exterior. Así, cualquier tripulante sabe diferenciar, por su sonido, un cardumen a un blanco. El mundo exterior se vuelve relativo, a falta de otra referencia más allá de la auditiva. A tal punto que, para seguir los dictados del reloj, se imprime mayor o menor iluminación dentro del barco para recordar que afuera -allí arriba- es alternativamente de día y de noche. Para muchos, la del submarinista es una vida extraña. Pero si bien en algún punto esto es verdad, cierto es también que pocos lograrían distinguir a un submarinista de una persona común si se lo cruzaran en una fiesta o en el supermercado. La vida en el submarino les impone retos. Y a la lucha por dominar un barco que desafía las profundidades del mar se sobrepone otra: la lucha consigo mismo. En el barco, a cientos de metros de la superficie, es cuando aparecen los hombres de mar en toda su dimensión. Los principios físicos apoyados con los avances técnicos hacen que el submarino sea tan ágil y rápido como un pez. Se ha dicho que, a diferencia de los barcos, los submarinos se mueven, cuando están en inmersión, en tres dimensiones. Así, el lobo gris, al clásico timón que corrige la derrota del buque a babor o estribor izquierda o derecha-, se suman dos pares de timones horizontales, uno en proa y otro en popa, denominados planos, que lo guían, mientras está en propulsión, hacia arriba o hacia abajo. Pero, en contraste con lo que ocurre con los aviones, que caen a pique si falla su propulsión, los submarinos pueden mantenerse a flote sin dificultad -o emerger si está en profundidad- pese a que fueron ideados para navegar principalmente debajo del agua.
La explicación de que un submarino flote o se hunda, y que no sucumba ante la presión del agua, se basa en los principios físicos de Arquímedes que estudian el comportamiento de objetos sumergido en fluidos, un barco flota pues tiene una reserva de flotabilidad que hace que se hunda hasta que desplace un volumen de agua igual a su peso. Primero, los submarinos modernos tiene forma cilíndrica se asemejan a una gota de agua porque éstas son las que ofrecen menor resistencia cuando se desplazan, mejor distribuyen la presión externa.
El casco resistente es de acero, envuelto por una semiesfera en la proa, un cono truncado en la popa y una estructura en forma de vela que recubre la torreta central. Salvo en el casco resistente, el agua tiene libre circulación en el resto de las secciones. Con esto, para que un submarino se sumerja su peso debe ser mayor que el del volumen de agua que desplaza para anular el empuje que lo mantiene a flote. Para ello, los submarinos cuentan con depósitos denominados tanques de lastre , que están alojados en la zona de libre circulación, a proa y a popa, y se inundan o vacían para lograr que el barco se sumerja o flote, respectivamente. Es muy fácil llenar los tanques de lastre: basta con abrir las válvulas para que el agua del mar entre en ellos, provocando la flotabilidad negativa del barco. En cambio, vaciarlos no es tan sencillo: el agua se expulsa al inyectar en los depósitos inundados, aire comprimido a muy alta presión.
Bajo el agua
Ya en inmersión, hay dos formas de determinar la profundidad a la que se llevará el submarino. Si hay propulsión, la profundidad se ajusta a través de los planos de proa y popa; pero si los motores están apagados, se la corrige con los tanques de compenso. Situados cerca del centro del barco, varían el peso específico del submarino; si se altera el peso de la nave, se puede modificar su profundidad; así, al inundar los tanques de compenso se le confiere menor flotabilidad al submarino y expulsando líquido de ellos, se logra que el buque ascienda. En inmersión, el balanceo del submarino es muy sensible. Es necesario mantener la posición horizontal, ya que cualquier redistribución de pesos dentro del buque produce desequilibrios. Esto se consigue con los tanques de balanceo. Situados en los extremos de la nave, es posible pasar agua de un tanque a otro para contrarrestar los desequilibrios. Propulsión en la actualidad, existen dos tipos de propulsión de submarinos: la nuclear y la convencional o diesel-eléctrica.
La primera confiere a la nave mayor velocidad y autonomía, aunque resulta ruidosa. No obstante, la segunda -por obvias cuestiones presupuestarias- es la más difundida entre las armadas del mundo. Por ejemplo, tiene una hélice de siete palas impulsada por un motor alimentado por baterías que, al mismo tiempo, proveen de energía al resto del buque. Este motor eléctrico es el que hace que los submarinos convencionales sean silenciosos. Para recargar estas baterías se utilizan cuatro motores diesel. Pero, obviamente, éstos sólo funcionarán si tienen oxígeno para realizar la combustión. Antiguamente, la operación de recarga se realizaba en superficie, con la consiguiente indiscreción que eso significaba. Hasta que, a fines de la Segunda Guerra Mundial, apareció el snorkel, un tubo de medio metro de diámetro que se iza cuando el submarino está a profundidad de periscopio y permite la entrada de aire para que funcionen los motores diesel mientras se navega bajo la superficie. La operación de snorkel, que se realiza cada vez que se descargan las baterías , permite además renovar el aire en el interior del submarino. .
Nuevos sistemas llamados AIP (Air Independence Propulsion) permitirán que los submarinos eléctricos no necesiten salir a la superficie. Este sistema les posibilita equilibrar la balanza, con un beneficio de costo y de protección de la ecología. Logros tecnológicos en materia de propulsión avizoran un futuro promisorio para los submarinos convencionales de las Armadas del mundo en las que hay dos clases de Marinos....Los que son Submarinistas y los que intentaron ser y no pudieron.
Manuel Zigaran
Fue tripulante de submarinos tipo TR 1700 , egresado de la Escuela de Submarinos como la primera promocion de los clase ARA Santa Cruz. (1986)
Para los novatos, en las profundidades del mar suponen un misterio atrayente. Como tantas veces a través de la historia, se mezclan ficción-realidad y se alimentaron mutuamente.
Doscientos años de historias y sucesivos saltos tecnológicos ,transformaron a los submarinistas, en su doble condición de marinos y buzos, en elegidos. Ellos y sus formidables máquinas han logrado dar un gran salto. Niños mimados de las Armadas del mundo, los tripulantes de los submarinos conviven con el medio líquido y se internan en él sin temores. La vida dentro de esos colosos cilindros de acero pintados de color gris para mimetizarse con el fondo del mar los hace raramente fascinante. Es que lo cotidiano, en el interior de un submarino, se redefine hasta desafiar las convenciones de la vida terrestre, cambia para convertirse en una realidad acuática. Lo primero que llama la atención al entrar en un submarino es la posición para enfrentar la escalinata que conduce hacia la escasez de lugares habitables. Lejos de amedrentarse, los iniciados en los misterios de las profundidades advierten, a modo de consuelo: "No hay que preocuparse demasiado. Lo que se pierde en comodidad, se gana en otros aspectos". El desafío lanzado por el experimentado navegante poco a poco se cumplirá con precisión de relojería.
En busca del diseño ideal
Al igual que en el proyecto y desarrollo de los aviones, los diseños de embarcaciones submarinas se sucedieron en busca de la optimización. Y, como en el caso de aquellos, la naturaleza ofreció el modelo viviente: los cetáceos.
Por eso, los submarinos parecen en la actualidad enormes ballenas, de las que se diferencian únicamente por la gran vela que sobresale sobre la cubierta, confina la torreta desde la que el comandante del buque dirige la navegación en superficie con un par de hombres (el vigía, el radio y algún curioso que desea ver el horizonte. A diferencia del marino de superficie, el submarinista sabe que su buque tiene la capacidad de moverse en tres dimensiones. Como en un avión, aunque en distinto medio. Pero, en contraste con las naves del aire, la resistencia del medio acuoso hace que en el submarino los movimientos sean lentos necesita profundidad para realizar cualquier maniobra segura.
Hacia las profundidades Los 35 tripulantes del LOBO GRIS se aprestan para la partida. Cada uno conoce su trabajo y lo ejecuta con precisión. La dotación se divide, la que esta en cubierta y los que preparan la maniobra dentro del cigarro. En el diente de submarino, el muelle de amarre, a minutos de zarpar, las tareas cobran un ritmo ansioso.
Es una tarde de sol en la Base Naval Mar del Plata, asiento de la fuerza de submarinos Argentina.
El SUBMARINO suelta amarras (su cordón umbilical al muelle) y apunta la proa con decisión hacia Cabo Corrientes después de ser liberado por los remolcadores, que ayudan a que la maniobra de zarpada sea mas positiva, que no por conocida y practicada deja de ser arriesgada. Desde la escollera norte, visitantes y curiosos agitan sus manos saludando la partida del gran cigarro metálico. Desde la vela, el Comandante “Tango Feroz” , responde el agasajo enarbolando su boina con la sutil caballerosidad propia de su jerarquía. "El mar está bravo, vamos a tener cuatro horas movidas", advierte su Segundo, que parado sobre la vela, en lo más alto del submarino, dirige los aprestos de guardado de amarras y cierre de escotillas, en la cubierta de libre circulación. El pronóstico se cumple y comienzan los escarceos. La proa se hunde, caprichosa, en las olas desafiantes que provocan el rolido, ese movimiento de vaivén transversal propio de las embarcaciones mas acentuado la del submarino por no tener quilla (columna vertebral de un buque). Hacia la popa, sobre la banda de babor hacia atrás y hacia la izquierda, Mar del Plata comienza a debilitarse su grandeza. Playa Grande, el Torreón del Monje y la Casa de Piedra (el casino)se convierten en puntos que el ojo humano se obstina en divisar desafiando la bruma marina.
Prepárense para ir a inmersión Ya es de noche las cartas de navegación indican como apto ese lugar para sumergirse. "¡Prepararse para ir a inmersión!" La voz del comandante atruena en el interior del submarino. Una composición de hombres toman posición en cada cuarto de bombas por si se tiene que hacer una salida a superficie en forma manual llega el momento clave del trayecto. En contraste con lo que vulgarmente se cree -y esto quizás desilusione a más de un lector-, el cuerpo humano no experimenta ninguna sensación al ir a inmersión. Quizás pueda existir ansiedad, pero no hay una respuesta física al sumergirse. Las viejas y bruscas maniobras de inmersión, en las que parecía que el submarino se zambullía en el agua de proa están en desuso. Hoy, los navegantes optan por dejar "caer" el buque por la popa y, al sumergirse ésta, completan la maniobra hundiendo la proa. Así evitan la innecesaria exposición a los golpes de la tripulación. En pocos minutos, el buque está cubierto por las aguas. Y se percibe el primer cambio significativo de condición: reina la quietud absoluta, deja de sacudirse . Es que el submarino está ahora en su hábitat natural, debajo del agua. Finalizada la maniobra de inmersión, con el barco controlado y estabilizado a 18 m que es la profundidad de periscopio, el comandante hecha un vistazo a través del periscopio de observación y, con una mano en uno de los manubrios del aparato óptico y con su codo rodeando el otro, gira lento, pero sin pausas, e inspecciona el horizonte a 360°.
"Todo bajo control. Descendemos a plano 30, abajo el periscopio", ordena. Sin posibilidad de mirar hacia el exterior -los submarinos científicos pueden visualizar en la profundidad a través de un pequeña ventana- el cuerpo percibe que la maniobra se cumple. Se convierte en un plano inclinado, sin punto de apoyo, que nos hace ir hacia adelante. Ahora, a 30 m de profundidad, comienza la verdadera estadía en el buque. Aquella que, lentamente, cambia la vida de los hombres embarcados, trastoca la realidad de la superficie.
Otro hábitat, otros hábitos
Mientras se navega en inmersión, sólo un tercio de la dotación permanece en sus puestos de guardia. El resto queda liberado para ocupar su tiempo, hasta que deba cumplir guardia, del modo que más le plazca. Pero una breve descripción del área habitable de un submarino demuestra que las posibilidades de utilización del tiempo de ocio son por demás reducidas. En el LOBO GRIS, sólo unos metros de eslora -la longitud- están envueltos en el casco resistente, la parte en la que el barco está protegido de la presión externa. Por otra parte, tiene poco más de 7 m de manga (diámetro), y sólo la mitad superior está preparada para ser habitada. En ese escaso lugar conviven 35 hombres. Allí trabajan, comen, duermen y satisfacen sus necesidades, en medio de centenares de manómetros, equipos y manivelas. Es aquí donde estriba uno de los detalles que caracteriza la vida a bordo de un submarino. La palabra privacidad no existe en el manual del submarinista. Esta circunstancia los convierte en seres especiales, que deben estar dotados de un espíritu y de un estado anímico muy especial. A diferencia de los buques de superficie, en los que oficiales y suboficiales tienen su propio ámbito, casi imposible de franquear, en un submarino el tripulante de más baja jerarquía se cruza en innumerables oportunidades, y en diversas situaciones, con el comandante, N°1 del buque. Ni siquiera éste tiene la privacidad que, en otra unidad del mar, le otorga su rango. Pese a que dispone de su propio camarote de dos metros por uno, con una cama, un armario, un escritorio con un lavado y una silla. El Segundo comandante tiene otro camarote separado del resto de los seis oficiales que tienen sus camas en otro pequeño cuarto, situado al lado del camarote del Segundo, en el centro una mesa que hace de comedor que para el embarque de torpedos se levanta y se rebate el piso, todo esto forma la cámara de oficiales donde también están los mandos del guinche de proa manejados por un hombre de máquinas. De este cuarto hacia popa esta comando punto central del buque, lugar desde donde se controla todo el submarino en forma remota, donde esta el timonel y los planeros, el oficial de inmersión, el radar, el sonar. Bajando por una diminuta escalera nos encontramos con el comedor y camareta para Suboficiales y Cabos que en el horario de las comidas se registra la “guardia de maría” simpático nombre que se le da al hombre de menor jerarquía que sirve las comidas, ya que hay un solo camarero que sirve al comandante, hacia la proa está la sala de torpedos que a veces se utiliza como alojamiento para las visitas, hacia popa esta la cocina y luego vienen las camas del resto de la tripulación en el cual las de las bandas son mas largas utilizadas por lo hombre de gran estatura. Por eso, cualquier entretenimiento ruidoso es inaceptable y atenta contra la convivencia. El esparcimiento se reduce, así, a jugar a las cartas , a ver películas en video y a leer. Algunos prefieren dar un paseo que solo unos metros les permite moverse, siguiendo a popa se encuentra control lugar que cubren los puestos los maquinistas y electricistas y llegando casi al final del buque esta la sala de máquinas y el MEP (motor eléctrico de propulsión)
La realidad en el fondo del mar
Pero, cuando se prolonga la travesía, cualquier entretenimiento se torna aburrido. Es entonces cuando aflora el espíritu curtido de años de submarinista. Es el tiempo de los nuevos hábitos de mar. Cuando no están de guardia o durmiendo, los hombres piensan. Y les sobra tiempo. Entonces, la camaradería y la confianza entre los tripulantes salen a la luz, y se convierten en la clave de la vida a bordo. Otro tanto ocurre con el tratamiento de los desechos orgánicos e inorgánicos del submarino. Con sólo dos baños, el racionamiento del agua y la expulsión de desperdicios son tareas que se programan de forma tan minuciosa como una batalla. Es que, a veces, la sensación de que se está solo es más fuerte en las profundidades. Durante la travesía, los sentidos se reacomodan: Los ojos pierden profundidad de campo, las imágenes pierden dimensión; no hay nada para ver más allá de los cuarenta metros. Lo mismo sucede con el olfato, que rápidamente se acostumbra los olores típicos que conviven en el submarino. O con la percepción de temperaturas, homogeneizadas en los quince grados por el aire acondicionado que, lejos de proveer confort, funciona para evitar la condensación de vapor de agua y para mantener los equipos de la nave en perfecta operación. Y, lentamente, el oído se convierte en el sentido clave del submarinista. No sólo porque debe escuchar las órdenes que deberá llevar a cabo, sino porque con él, reconstruirá el mundo exterior. Así, cualquier tripulante sabe diferenciar, por su sonido, un cardumen a un blanco. El mundo exterior se vuelve relativo, a falta de otra referencia más allá de la auditiva. A tal punto que, para seguir los dictados del reloj, se imprime mayor o menor iluminación dentro del barco para recordar que afuera -allí arriba- es alternativamente de día y de noche. Para muchos, la del submarinista es una vida extraña. Pero si bien en algún punto esto es verdad, cierto es también que pocos lograrían distinguir a un submarinista de una persona común si se lo cruzaran en una fiesta o en el supermercado. La vida en el submarino les impone retos. Y a la lucha por dominar un barco que desafía las profundidades del mar se sobrepone otra: la lucha consigo mismo. En el barco, a cientos de metros de la superficie, es cuando aparecen los hombres de mar en toda su dimensión. Los principios físicos apoyados con los avances técnicos hacen que el submarino sea tan ágil y rápido como un pez. Se ha dicho que, a diferencia de los barcos, los submarinos se mueven, cuando están en inmersión, en tres dimensiones. Así, el lobo gris, al clásico timón que corrige la derrota del buque a babor o estribor izquierda o derecha-, se suman dos pares de timones horizontales, uno en proa y otro en popa, denominados planos, que lo guían, mientras está en propulsión, hacia arriba o hacia abajo. Pero, en contraste con lo que ocurre con los aviones, que caen a pique si falla su propulsión, los submarinos pueden mantenerse a flote sin dificultad -o emerger si está en profundidad- pese a que fueron ideados para navegar principalmente debajo del agua.
La explicación de que un submarino flote o se hunda, y que no sucumba ante la presión del agua, se basa en los principios físicos de Arquímedes que estudian el comportamiento de objetos sumergido en fluidos, un barco flota pues tiene una reserva de flotabilidad que hace que se hunda hasta que desplace un volumen de agua igual a su peso. Primero, los submarinos modernos tiene forma cilíndrica se asemejan a una gota de agua porque éstas son las que ofrecen menor resistencia cuando se desplazan, mejor distribuyen la presión externa.
El casco resistente es de acero, envuelto por una semiesfera en la proa, un cono truncado en la popa y una estructura en forma de vela que recubre la torreta central. Salvo en el casco resistente, el agua tiene libre circulación en el resto de las secciones. Con esto, para que un submarino se sumerja su peso debe ser mayor que el del volumen de agua que desplaza para anular el empuje que lo mantiene a flote. Para ello, los submarinos cuentan con depósitos denominados tanques de lastre , que están alojados en la zona de libre circulación, a proa y a popa, y se inundan o vacían para lograr que el barco se sumerja o flote, respectivamente. Es muy fácil llenar los tanques de lastre: basta con abrir las válvulas para que el agua del mar entre en ellos, provocando la flotabilidad negativa del barco. En cambio, vaciarlos no es tan sencillo: el agua se expulsa al inyectar en los depósitos inundados, aire comprimido a muy alta presión.
Bajo el agua
Ya en inmersión, hay dos formas de determinar la profundidad a la que se llevará el submarino. Si hay propulsión, la profundidad se ajusta a través de los planos de proa y popa; pero si los motores están apagados, se la corrige con los tanques de compenso. Situados cerca del centro del barco, varían el peso específico del submarino; si se altera el peso de la nave, se puede modificar su profundidad; así, al inundar los tanques de compenso se le confiere menor flotabilidad al submarino y expulsando líquido de ellos, se logra que el buque ascienda. En inmersión, el balanceo del submarino es muy sensible. Es necesario mantener la posición horizontal, ya que cualquier redistribución de pesos dentro del buque produce desequilibrios. Esto se consigue con los tanques de balanceo. Situados en los extremos de la nave, es posible pasar agua de un tanque a otro para contrarrestar los desequilibrios. Propulsión en la actualidad, existen dos tipos de propulsión de submarinos: la nuclear y la convencional o diesel-eléctrica.
La primera confiere a la nave mayor velocidad y autonomía, aunque resulta ruidosa. No obstante, la segunda -por obvias cuestiones presupuestarias- es la más difundida entre las armadas del mundo. Por ejemplo, tiene una hélice de siete palas impulsada por un motor alimentado por baterías que, al mismo tiempo, proveen de energía al resto del buque. Este motor eléctrico es el que hace que los submarinos convencionales sean silenciosos. Para recargar estas baterías se utilizan cuatro motores diesel. Pero, obviamente, éstos sólo funcionarán si tienen oxígeno para realizar la combustión. Antiguamente, la operación de recarga se realizaba en superficie, con la consiguiente indiscreción que eso significaba. Hasta que, a fines de la Segunda Guerra Mundial, apareció el snorkel, un tubo de medio metro de diámetro que se iza cuando el submarino está a profundidad de periscopio y permite la entrada de aire para que funcionen los motores diesel mientras se navega bajo la superficie. La operación de snorkel, que se realiza cada vez que se descargan las baterías , permite además renovar el aire en el interior del submarino. .
Nuevos sistemas llamados AIP (Air Independence Propulsion) permitirán que los submarinos eléctricos no necesiten salir a la superficie. Este sistema les posibilita equilibrar la balanza, con un beneficio de costo y de protección de la ecología. Logros tecnológicos en materia de propulsión avizoran un futuro promisorio para los submarinos convencionales de las Armadas del mundo en las que hay dos clases de Marinos....Los que son Submarinistas y los que intentaron ser y no pudieron.
Manuel Zigaran
Fue tripulante de submarinos tipo TR 1700 , egresado de la Escuela de Submarinos como la primera promocion de los clase ARA Santa Cruz. (1986)
COMMENTARIOS