La mayoría de los expertos estarán de acuerdo que se necesita mucha suerte para que un submarino nuclear de ataque pueda detectar a un submarino tipo 209 en baterías lo suficiente para poder atacarlo, aún sin las distracciones impredecibles de los peces, pescadores y mamíferos marinos amorosos.
En la estrategia naval británica, los submarinos poseían un papel principal en tareas antisubmarinas. Así, eran muy comunes las misiones de seguimiento a submarinos soviéticos, tanto de ataque como bombarderos (estos últimos, cargados de misiles nucleares estratégicos).
Ahora bien, los antagonistas submarinos de la época eran generalmente grandes y ruidosos, amén que se contaba (generalmente) con buena información de inteligencia inicial, que era proporcionada por los sistemas SOSUS (Sound Surveillance System o en castellano Sistema de Vigilancia por Sonidos), una serie de hidrófonos en el lecho marino en áreas de tránsito de submarinos.
En el Atlántico Sur, durante el conflicto por Malvinas en 1982, la situación era absolutamente diferente.
Los submarinos británicos operaban en una Fuerza de Tareas separada, la 324, comandada directamente por el Jefe de la Fuerza de Submarinos, el Vicealmirante Peter Herbert, con base en el cuartel naval de Northwood. Durante el conflicto, se desplegaron cinco submarinos nucleares (HMS Conqueror, HMS Splendid, HMS Spartan, HMS Valiant y HMS Courageous), así como un único submarino convencional, el HMS Onyx.
No se consideró dar a los submarinos británicos en el Atlántico Sur una misión principal antisubmarina (como, se dijo, si la tenían operando en el marco de operaciones de la OTAN) en tanto los problemas inherentes a la detección de un silencioso (y prácticamente desconocido para los sonaristas británicos) submarino argentino Tipo 209.
Como señalaba un informe de post-guerra:
Nuestros sonares submarinos en servicio, sean montados en el casco o arrastrados, están optimizados contra submarinos nucleares soviéticos y se ha dado poca atención a los submarinos diesel / eléctricos.
Sin embargo, en oportunidades aisladas, se dio la misión, a determinados submarinos, de atacar. Esas oportunidades surgieron cuando, por inteligencia de comunicaciones, se interpretó que los submarinos argentinos se estaban dirigiendo a determinadas áreas y se pensó en interceptarlos en el camino.
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La primera de ellas fue al dirigirse el submarino ARA Santa Fe (Capitán de Corbeta Horacio Alberto Bicain) hacia Georgias.
Es que sin que los tripulantes del Santa Fe pudieran conocerlo (pero, vale decir, intuyendo que podría suceder) desde el 18 de abril el submarino nuclear de ataque HMS Conqueror (Commander Chris Wreford-Brown) se encontraba sumergido en su trayecto.
A última hora del 19 de abril el Conqueror había recibido la autorización para atacar buques de guerra y auxiliares argentinos, así como submarinos. Específicamente se le indicó que cualquier submarino no nuclear debería presumirse como argentino y debía ser hundido.
La inteligencia británica había detectado las órdenes del Santa Fe para acercarse a Georgias, por lo cual el Conqueror se encontraba a la espera. Su comandante incluso había cargado dos de sus tubos con torpedos Tigerfish, única arma con la que contaba contra un enemigo sumergido.
A partir de allí, el Conqueror tuvo una serie de sobresaltos, con variadas detecciones, muchas de las cuales nunca pudieron ser finalmente clasificadas. Los primeros minutos del 24 de abril recibió el mensaje COR 099, informando que existía una amenaza submarina cierta y que debía contrarrestarla, fijando un área de patrulla a unas 120 millas náuticas al Noroeste de Georgias del Sur.
Sin embargo, siete horas después recibió el mensaje COR 102, informándole que posiblemente el submarino enemigo se encontraría al norte de Bahía Guardia Nacional.
Con esta nueva información contradictoria, el comandante del Conqueror decidió proceder a alta velocidad hacia el Este y, una vez allí, buscar con rumbo Sur hasta Bahía Guardia Nacional. Wreford-Brown tenía la impresión que el Santa Fe cargaría sus baterías en snorkel durante la noche y, por tanto, tendría una oportunidad de encontrarlo y atacarlo la noche del 25 o la madrugada del día 26.
A última hora del mismo 24, recibiría el mensaje COR 106: el mismo era la interceptación de un mensaje enviado por el Santa Fe. Había sido una mala idea emitirlo, ya que había sido interceptado por los equipos del HMS Endurance y descifrado más tarde.
Por su parte, apenas iniciado el 24, el Santa Fe se encontraba navegando con rumbo Sur. Se había asumido una derrota hasta un punto imaginario situado a 70 millas náuticas al Norte del Cabo Norte (casi al extremo Este de Georgias) y desde allí se navegaría a baja velocidad hacia esta isla.
Una vez arribado, se bordeó la costa norte de la Georgia del Sur (bien pegado, para evitar ser detectado) hasta Punta Robertson, emergiendo allí. Luego de un sobresalto al detectarse un rumor de hélices poco claro, el submarino siguió su navegación entrando en Bahía Guardia Nacional.
El Conqueror había sido definitivamente sobrepasado por el Santa Fe.
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Posiblemente la orden más clara para atacar a submarinos argentinos fue la recibida por el HMS Valiant, para emboscar al ARA San Luis cuando se encontraba regresando (según inteligencia británica estimaba) a la Base Naval Mar del Plata, no pudiendo este detectarlo a pesar de contar con buena inteligencia inicial y pese a haber utilizado tácticas de sonar tanto activo como pasivo.
En efecto, el Valiant, el 17 de mayo a las 1030 (hora zulu), se encontraba en el lugar previsto para la interceptación del submarino argentino.
Se consideró, dentro del submarino, un que existiría un alcance sonar, contra un submarino Tipo 209, de 2.000 yardas cuando se encontraba en baterías, y de 10.000 yardas con los motores diesel funcionado, aún cuando se entendió que el submarino argentino no estaría haciendo snorkel tan cercano a su base.
El plan ideado era esperarlo y atacar por sorpresa.
Apenas ingresó al área designada se detectó visualmente y por sonar un pesquero, el cual confundió a los operadores del arreglo sonar arrastrado con cavitación, ruidos de diesel y sonidos de todo tipo. A eso se sumaba una gran actividad marina. Dado el panorama confuso y para no perder la oportunidad de disparar, el Valiant permaneció con los tubos de torpedos preparados y listo para el lanzamiento.
A las 1220z hizo su aparición un contacto. Inteligencia había predicho que el San Luis estaría en el área tres horas más tarde, pero era un contacto promisorio por lo cual el Valiant pasó a Estaciones de Combate para atacarlo.
El contacto, sin embargo, se dirigía hacia el Sur, cuando el Valiant tenía información que iría hacia la Base de Mar del Plata, al Norte. En la cacería del contacto, se cruzó con otro blanco promisorio. Para traer claridad, el submarino utilizó el sonar activo, pero solo generó más confusión, al obtenerse a un gran número de ecos falsos.
Finalmente, ambos contactos desaparecieron.
A las 1452z se detectó otro contacto hacia el Este, moviéndose a la izquierda. A una distancia de 1.600 yardas, cuando el submarino se estaba aprestando para disparar, el contacto se separó en dos, pasando a 200 yardas del Valiant. Obviamente, era un contacto biológico.
Nada, entonces, sucedió ese día, donde se fueron repitiendo en seguidilla detecciones que terminaban dejando más incertidumbres que certezas.
Aún cuando, posiblemente, uno de los contactos detectados haya sido el San Luis, que llegó al área asignada y luego giró hacia el Sur, con rumbo a la Base Naval Puerto Belgrano, y no hacia Mar del Plata como se había estimado erróneamente.
El problema con la detección de un submarino 209 fue resumido claramente por el comandante del Valiant, Tom Le Marchand, al afirmar:
La mayoría de los expertos estarán de acuerdo que se necesita mucha suerte para que un submarino nuclear de ataque pueda detectar a un submarino tipo 209 en baterías lo suficiente para poder atacarlo, aún sin las distracciones impredecibles de los peces, pescadores y mamíferos marinos amorosos.
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El Commander Le Marchand no estaba errado en la cuota de suerte necesaria.
En efecto, según informes de pre-guerra, en el mejor de los escenarios, un submarino Tipo 209 sería detectado por un sonar de arrastre Tipo 2024 recién dentro de las 5.000 yardas (y dentro de las 50.000 yardas de estar operando con los motores diésel funcionando), así como el sonar de casco Tipo 2001 lo detectaría recién dentro de las 2.000 yardas (5.000 yardas de estar utilizando los diésel).
Esas cifras, vale indicarse, se reducirían aún más de encontrarse en operaciones en aguas poco profundas.
Para el caso de tener que pasar a la fase de ataque, los submarinos británicos contaban con torpedos filoguiados Tigerfish Mk.24, del modelo 0 en el Spartan y el Splendid, y los mejorados (con capacidad dual: antisuperficie y antisubmarina) modelo 1 en el Conqueror, Valiant, Couraugeous y Onyx. Ambos modelos poseían una corrida máxima de 31.600 yardas.
Sin embargo, los niveles de ruido del probable enemigo (submarino Tipo 209) eran muy pocos para el sonar pasivo del Tigerfish y, además, la escasa profundidad (existente en gran parte del teatro marítimo) habría confundido, por rebotes en el fondo marino y en la superficie, al modo de sonar activo del arma.
Tal es así que, para submarinos detectados dentro de la plataforma continental o en aguas someras, se preveía atacarlos con salvas de tres viejos torpedos de corrida recta Mk.8. En ambos casos, entonces, con torpedos antiguos o modernos, la posibilidad de impacto contra los submarinos argentinos era escasa.
Para peor, la confiabilidad del Tigerfish era escasa. El Mod 0 tenía una del 45 %, mientras que llegaba al 64 % para el Mod 1 y, considerado como parte de un sistema, se consideraba que la efectividad rondaba solamente el 20 %.
Realmente, todo ello era un problema para los submarinistas británicos: su capacidad de detección, clasificación, identificación, seguimiento y ataque, contra submarinos argentinos, resultaba realmente limitada.
Como puede apreciarse, la tarea antisubmarina de los submarinos británicos no fue sistemática ni se convirtió la misma en su accionar principal: únicamente, actuaron de esta forma cuando datos de inteligencia hicieran que no pudiera desaprovecharse la ocasión.
Lamentablemente para la Fuerza de Tareas 324, jamás pudieron siquiera detectar a un submarino argentino.
Tripulacion del ARA San Luis a su regreso de su participación en Malvinas/Falkland 82 |
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- Mariano Sciaroni es abogado y posee un Master en Estrategia y Geopolítica y una Especialización en Historia Militar Contemporánea, ambos por la Escuela Superior de Guerra (Ejército Argentino). Es profesor regular de Derecho Procesal II y Práctica Profesional de la Universidad Católica Argentina. Ha escrito varios libros y artículos sobre historia militar y estrategia, publicados en Argentina, Reino Unido, Estados Unidos, Alemania y Rusia y es miembro del Instituto Argentino de Historia Militar. Es Subteniente (Res) del Ejército Argentino. Mas Articulos de Mariano Sciaroni aqui. Colaborador de elSnorkel.com
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- Mariano Sciaroni es abogado y posee un Master en Estrategia y Geopolítica y una Especialización en Historia Militar Contemporánea, ambos por la Escuela Superior de Guerra (Ejército Argentino). Es profesor regular de Derecho Procesal II y Práctica Profesional de la Universidad Católica Argentina. Ha escrito varios libros y artículos sobre historia militar y estrategia, publicados en Argentina, Reino Unido, Estados Unidos, Alemania y Rusia y es miembro del Instituto Argentino de Historia Militar. Es Subteniente (Res) del Ejército Argentino. Mas Articulos de Mariano Sciaroni aqui. Colaborador de elSnorkel.com
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