Los submarinos son una necesidad estratégica debido a su dificultad para detectarlos y operar en medios densos como el agua. Siempre que ha existido una potencia naval dominante, la contraparte ha desarrollado una fuerza submarina por razones de eficiencia. La Armada Española construyó submarinos convencionales entre las décadas de 1960 y 1980 y decidió construir uno nuevo en 2002 sin colaboración con Francia.

An image taken from a video released by the Russian Defense Ministry press service on September 12, 2025, shows a submarine from the Russian Navy's Northern Fleet participating in military exercises at an undisclosed location in Russia.
Una imagen tomada de un video publicado por el servicio de prensa del Ministerio de Defensa ruso el 12 de septiembre de 2025, muestra un submarino de la Flota del Norte de la Armada rusa participando en ejercicios militares en un lugar no revelado en Rusia

Las ondas electromagnéticas no viajan a través del agua; las ondas sonoras, sin embargo, sí lo hacen, a través de cambios de presión. Las ondas electromagnéticas viajan a la velocidad de la luz, 300,000 km/segundo; ondas sonoras, a 1.500 km/segundo, y, al ser mecánicas, su velocidad varía dependiendo de las condiciones del medio por el que se propagan, la temperatura del agua, etc. Las ondas sonoras presentan efectos de reflexión y refracción, es decir, no viajan en línea recta, a diferencia de las ondas electromagnéticas en el aire o el vacío.

Por tanto, el arma naval ofensiva por excelencia es el submarino, porque es difícil de detectar. Siempre que ha existido una potencia naval dominante —el Reino Unido en los siglos XIX y XX, Estados Unidos en el XX—, su contraparte —Alemania y la URSS, respectivamente—, ha desarrollado una fuerza submarina por razones de eficiencia: les permitía alcanzar una alta capacidad militar con una inversión reducida.

El submarino, operando en un medio denso como el agua (1 g/cm³), está sometido a una enorme presión, 10 kg/cm², a una profundidad de 100 m. Esto representa un desafío significativo, agravado por la falta de oxígeno necesario para el funcionamiento de los sistemas de propulsión, que son motores de combustión interna. Hasta la llegada de los submarinos nucleares en 1957, que no necesitan oxígeno, los submarinos eran propulsados ​​por baterías eléctricas, que se cargaban mediante motores diésel que funcionaban cuando el submarino estaba en la superficie.

Siempre que ha habido una potencia naval dominante, la contraparte ha desarrollado una fuerza submarina por razones de eficiencia.

En la década de 1920, España poseía submarinos de la clase Holland de diseño británico. Con la llegada de la República, el ministro de Marina, Giral, y su sucesor, Rocha, lanzaron un nuevo programa para submarinos de clase D, un diseño español, que se formalizó en 1934. La Guerra Civil y las dificultades técnicas e industriales prolongaron la construcción durante veinte años, y los barcos fueron entregados a lo que la marina denominó una "armada".

España construyó los submarinos convencionales Daphne y Agosta entre las décadas de 1960 y 1980, idénticos a los diseños franceses, construidos en España con materiales y equipos importados de Francia. Cuando, en la década de 1990, España decidió construir submarinos para la exportación, acordó con Francia diseñar y construir en colaboración un nuevo submarino convencional, el Scorpène. Fue un éxito técnico y comercial y se vendió a Chile, Malasia e India. La industria submarina es significativa. Un submarino convencional como los mencionados cuesta alrededor de 500 millones de euros y asegura un mercado estable debido a la dependencia del comprador del constructor.

En 2002, se tomó la decisión de construir un nuevo submarino para la Armada Española, el S-80, sin colaboración con Francia. Esta decisión evocaba la autarquía de la década de 1930. Francia ha seguido vendiendo submarinos Scorpène. España, tras su separación de Francia, no ha exportado ningún submarino…

Un submarino requiere una doble capacidad: la técnica, para diseñar y construir un vehículo complejo, y la industrial, con una red de empresas capaces de fabricar los equipos y componentes necesarios.

En los últimos años, el submarino S-80 en España se ha construido sin especificaciones de diseño, procesos de construcción ni estándares de equipos y sistemas validados por la experiencia. Como resultado del abrupto fin de la colaboración con Francia, se interrumpió la cooperación con los proveedores franceses de equipos y componentes esenciales (válvulas de casco, sistemas de soplado de lastre, sistemas hidráulicos para timones, etc.). Navantia se ha visto obligada a especificar sistemas y buscar empresas que los fabriquen. La construcción del prototipo S-80 ha llevado 23 años, y los problemas de diseño han obligado a alargarlo 9 metros y a aumentar su desplazamiento en 500 toneladas. Un submarino requiere una doble capacidad: la capacidad técnica para diseñar y construir un buque complejo y la capacidad industrial, con una red de empresas capaces de fabricar los equipos y componentes necesarios. La fiabilidad es esencial en un submarino porque determina su seguridad. Finalmente, el sistema de combate de un submarino (detección, procesamiento y gestión de la información) requiere una capacidad probada por la experiencia.

Es en estas dos áreas, la fiabilidad del equipo y los componentes y la efectividad del sistema de combate, que el programa S-80 ha mostrado debilidades. España carece de ecosistemas industriales con capacidades consolidadas en estas dos áreas.

España tiene una triple experiencia: a) el diseño y la construcción autosuficientes de submarinos de clase D y S-80, lo que ha resultado en sobrecostes y retrasos excesivos; b) la construcción de submarinos con un diseño de terceros y equipos y sistemas importados, como en los programas Daphne y Agosta, que ha satisfecho la necesidad interna de submarinos pero, al carecer de la propiedad del diseño, no ha podido exportarse; y c) diseño y construcción compartidos con un estado y una industria con capacidades demostradas, y ventas a terceros en el marco de esta colaboración, como ha sido el caso del programa Scorpène de Navantia con Naval Group, de Francia, que es una experiencia que ha sido técnica y comercialmente exitosa.

Esta última alternativa ha arrojado mejores resultados que las otras dos en términos de calidad del producto, transferencia de tecnología y cuota de mercado. En este ámbito, España solo tiene dos socios industriales potenciales en Europa: debe reanudar la colaboración con Francia o negociar una alternativa con Alemania o, potencialmente, con Suecia, que recientemente ganó el contrato para construir submarinos para Polonia. Hay argumentos políticos e industriales a favor y en contra de cada opción, pero la decisión es crucial.

El mercado europeo de defensa está evolucionando hacia la integración, lo que apoya la alternativa c) para futuros programas de submarinos. Es vital tener esto presente ahora que las actitudes de Estados Unidos y Rusia significan que la autonomía estratégica de la Unión Europea está más en juego que nunca.

Fuente:
Joaquim Coello. (14:12:2025). Submarines : a strategic necessity. en.ara.cat. https://en.ara.cat/opinion/submarines-strategic-necessity_129_5592408.html