"Ya está perdida toda esperanza; aquellos desgraciados han perecido víctima de su arrojo y de su falta de previsión (...)
Sepultada en el olvido, la insólita aventura de esta embarcación -la quinta de su tipo en el mundo- será reflotada 140 años después de su hundimiento en la bahía de Valparaíso. murieron diez personas a bordo, entre los que estaba su creador, Karl Flach. La Armada, arqueólogos submarinos y un documentalista obsesionado con el proyecto comenzarán la búsqueda en pocos días.
La noticia ocupó un par de párrafos en El Mercurio de Valparaíso del 3 de mayo de 1866: "A las tres de la tarde no se ha visto todavía salir al bote submarino. Como a las nueve fue la hora en que empezó su navegación. Varias veces salió a flote y volvió a bajar. La última sumersión se hizo cerca del fondeadero de los vapores. Uno de los prácticos que andaba en un bote se aburrió de esperarlo y se vino a tierra. Diez hombres andan a bordo del bote submarino".
La expectación que causó el hecho fue mayúscula. Atrapados en un submarino en el fondo de la bahía de Valparaíso, ocho, diez u once hombres las versiones cambian en los días siguientes desaparecían sin dejar rastros, sepultando uno de los capítulos más increíbles de la marina nacional: la construcción del primer submarino chileno, el segundo de América, el quinto en el mundo, a cargo del inmigrante alemán avecindado en Valparaíso Karl Flach.
La expectación que causó el hecho fue mayúscula. Atrapados en un submarino en el fondo de la bahía de Valparaíso, ocho, diez u once hombres las versiones cambian en los días siguientes desaparecían sin dejar rastros, sepultando uno de los capítulos más increíbles de la marina nacional: la construcción del primer submarino chileno, el segundo de América, el quinto en el mundo, a cargo del inmigrante alemán avecindado en Valparaíso Karl Flach.
Centenares de curiosos repletaron el puerto para saber qué pasaba. Todo lo que se sabía era que la nave haría una prueba de seis u ocho horas, que en caso extremo podía aguantar hasta catorce horas de inmersión y que la tripulación llevaba víveres. Para colmo, la máquina se había sumergido sin amarrar una boya a su casquete, por lo que no existía la menor señal de dónde pudiera estar. Un testigo dijo que a cierta distancia pudo divisar burbujas de aire que emergían desde el mar.
Al día siguiente, bajo el título "Desgracia lamentable", la crónica relataba en detalle la tragedia:
"Ya está perdida toda esperanza; aquellos desgraciados han perecido víctima de su arrojo y de su falta de previsión (...) El constructor de la embarcación es un padre de siete hijos, el mayor de los cuales tendría unos catorce años, y lo acompañaba en su arriesgada empresa. Queda una viuda en el más absoluto desamparo. Esto es desgarrador ".
Al día siguiente, bajo el título "Desgracia lamentable", la crónica relataba en detalle la tragedia:
"Ya está perdida toda esperanza; aquellos desgraciados han perecido víctima de su arrojo y de su falta de previsión (...) El constructor de la embarcación es un padre de siete hijos, el mayor de los cuales tendría unos catorce años, y lo acompañaba en su arriesgada empresa. Queda una viuda en el más absoluto desamparo. Esto es desgarrador ".
Junto con agregar que entre la tripulación estaban, además, dos chilenos, dos franceses "y los demás (eran) alemanes", la nota hace una larga crítica a la temeridad con que se actuó, pues se trataba de "una navegación más llena de peligros y menos experimentada que los viajes aéreos".
En esa época, según escribe el historiador Francisco Encina en su Historia de Chile, "un enjambre de inventores de torpedos, brulotes, minas eléctricas, buques cigarros (submarinos), casi la totalidad semilocos, asediaban a toda hora al gobierno chileno, ofreciéndoles sus inventos que destruirían infaliblemente la escuadra española", que por aquellos días bloqueaba el puerto durante la guerra de Chile y Perú con España.
Uno de ellos fue Flach, quien mostró los planos de un submarino y dijo que podría atacar por sorpresa al enemigo. La leyenda dice que, al escuchar la idea, el Presidente de entonces, José Joaquín Pérez, preguntó: "¿Y si se chinga?".
Flach era ingeniero, había fabricado cañones de retrocarga que eran una novedad para la época y, por último, Alemania era una potencia militar que ya tenía su propio submarino, así que ¿por qué no? Flach tenía que saber de lo que estaba hablando. El proyecto prendió rápidamente y le encargaron la construcción de la nave.
NOVIEMBRE DE 2006. En la rada de Valparaíso las gaviotas planean amenazantes sobre un grupo de turistas, mientras a pocos metros los buques anclados en el puerto parecen descomunales cunas que se mecen con suavidad. Pese al espectáculo, aquello no llama demasiado la atención de Juan Enrique Benítez.
Ahí está dice, señalando un punto desconocido en medio de la bahía.
Documentalista, director de comerciales y creador de varios programas de televisión, Benitez dice que ha ubicado el área dónde debería estar el submarino. Lleva varios meses recopilando información, mapas, libros y documentos, y tiene la mirada ansiosa de quien está a punto de concretar el mejor proyecto de su vida.
Un día, por casualidad, escuchó la historia del "Flach" en boca de Salvador Villanueva, un inventor al que entrevistaba para Dementes geniales un programa que presentará al Consejo Nacional de Televisión y desde entonces se ha propuesto encontrar la embarcación y rescatarla del olvido.
He dejado casi todo de lado por esto... Cuando le digo a la gente que estoy buscando un submarino, me preguntan si estoy loco, pero yo siento que soy el nexo con Flach, siento cierta responsabilidad y creo que ésta es una deuda pendiente con la historia naval chilena.
El proyecto, como proyecto, habría sido irresistible para cualquiera. Hace poco una experiencia similar ocurrió en Estados Unidos, cuando un grupo de investigadores encontró y reflotó el Hunley el primer submarino de América utilizado en la Guerra de Secesión. La historia fue transmitida por History Channel y convertida en película por Hollywood. La nave fue construida apenas un par de años antes que el "Flach".
Benítez vio el documental y quedó helado. Ahí, frente a sus ojos, tenía el mejor ejemplo de que lo que quería hacer era importante. Pero para que le escuchen una idea tan descabellada, entendió que debía hacer una presentación seria, sólida. Así que recopiló con lujo de detalles la historia del "Flach" y determinó el diseño más probable de la nave, porque no hay planos ni registro fotográfico.
Con esa información, solicitó a la Armada que patrocinara la búsqueda y le permitiera documentar en video el hecho. La idea prendió: "Para nosotros es importante reconocer a los protagonistas del desarrollo naval, en especial en este caso, en que pese a la precariedad tecnológica, hubo gente adelantada a su tiempo que nos puso a la vanguardia utilizando sólo el ingenio", afirma el contraalmirante Cristián Millar.
Benítez también integró al equipo de búsqueda a la Facultad de Arqueología Submarina de la U. Internacional Sek y a Jorge Nelson Zepeda, jefe del Departamento Hidrográfico de la Armada, experto en el tema del "Flach". Además, el Consejo de Monumentos Nacionales aprobó la búsqueda, que durará cuatro días y que comenzará a fines de este mes o a comienzos del próximo, antes de que la bahía se llene de embarcaciones.
EN VALPARAÍSO, DONDE FUNCIONÓ el primer telégrafo, el primer diario, el primer canal de TV, el primer equipo de fútbol, no es raro que también se haya construido el primer submarino. En 1866, éste era un puerto con una creciente actividad comercial, donde se había instalado a vivir la élite económica e intelectual del país.
Las cabezas de sus habitantes estaban más puestas en Europa que en Chile y la imaginación de los porteños estallaba desde que hace algunos días sabían que frente a sus narices se realizaban las primeras pruebas de navegación bajo el agua, algo que ni siquiera habían leído en novelas de ficción. 20 mil leguas en viaje submarino, de Julio Verne, se publicó cuatro años después.
Sin embargo, los diarios veían con recelo este experimento. "Hay curiosidad y cierta burla en la prensa que ve dichos aparatos como un pérdida de tiempo y dinero", decía El Mercurio de Valparaíso un par de semanas antes de la tragedia.
El invento de Karl Flach era simple. Totalmente hecho de fierro, el submarino tenía un largo de 12,5 metros y un peso cercano a las 100 toneladas. Se impulsaba a propulsión humana, con pedales que movían sus dos hélices, y se hundía con un ingenioso sistema de arrastre de pesos de un lado a otro de la nave. Además contaba con dos cañones y una escotilla. Pero no tenía periscopio, por lo que, cada tanto, el buque debía salir a la superficie para saber si iba en la dirección correcta.
Antes del 3 de mayo de 1866, Karl Flach ya había realizado al menos una prueba de inmersión, y ésta era la primera en que se iba a aventurar un poco más lejos de la costa. Pero, según registros oficiales de la época, el alemán no avisó de este ensayo a la Armada. El capitán de fragata Galvarino Riveros notificó en una carta enviada al comandante general que el día anterior a la tragedia se encontró en la calle con Flach y que éste le dijo que no tenía fecha para una nueva prueba mientras no se mejorara de un resfriado.
Pero aquel día, el ingeniero estaba exultante, preso de su propio entusiasmo. No sólo llevó a su hijo de 16 años al submarino, sino que intentó que lo acompañara una de sus tres hijas, lo que fue impedido por su esposa. Estaba decidido a comprobar hasta dónde podía llegar y, según un parte de la Gobernación Marítima, Flach desoyó los consejos del oficial naval a cargo y tampoco permitió que le engancharan una boya a la nave para monitorear la dirección que llevaba.
Fue la última vez que se le vio a él, a su tripulación y a su submarino. Nunca se supo lo que sucedió. El diario La Patria especuló con una falla en el sistema de inmersión o que el invento no soportó la presión al sumergirse demasiado y se partió.
Dos remolcadores y una fragata inglesa intentaron reflotar al submarino, luego de que un buzo encontrara el armatoste tumbado en el fango. No hubo caso. Varias veces se cortaron las cadenas y las labores se suspendieron. Nadie más buscó la forma de rescatar los cadáveres. Hasta hoy.
Uno de ellos fue Flach, quien mostró los planos de un submarino y dijo que podría atacar por sorpresa al enemigo. La leyenda dice que, al escuchar la idea, el Presidente de entonces, José Joaquín Pérez, preguntó: "¿Y si se chinga?".
Flach era ingeniero, había fabricado cañones de retrocarga que eran una novedad para la época y, por último, Alemania era una potencia militar que ya tenía su propio submarino, así que ¿por qué no? Flach tenía que saber de lo que estaba hablando. El proyecto prendió rápidamente y le encargaron la construcción de la nave.
NOVIEMBRE DE 2006. En la rada de Valparaíso las gaviotas planean amenazantes sobre un grupo de turistas, mientras a pocos metros los buques anclados en el puerto parecen descomunales cunas que se mecen con suavidad. Pese al espectáculo, aquello no llama demasiado la atención de Juan Enrique Benítez.
Ahí está dice, señalando un punto desconocido en medio de la bahía.
Documentalista, director de comerciales y creador de varios programas de televisión, Benitez dice que ha ubicado el área dónde debería estar el submarino. Lleva varios meses recopilando información, mapas, libros y documentos, y tiene la mirada ansiosa de quien está a punto de concretar el mejor proyecto de su vida.
Un día, por casualidad, escuchó la historia del "Flach" en boca de Salvador Villanueva, un inventor al que entrevistaba para Dementes geniales un programa que presentará al Consejo Nacional de Televisión y desde entonces se ha propuesto encontrar la embarcación y rescatarla del olvido.
He dejado casi todo de lado por esto... Cuando le digo a la gente que estoy buscando un submarino, me preguntan si estoy loco, pero yo siento que soy el nexo con Flach, siento cierta responsabilidad y creo que ésta es una deuda pendiente con la historia naval chilena.
El proyecto, como proyecto, habría sido irresistible para cualquiera. Hace poco una experiencia similar ocurrió en Estados Unidos, cuando un grupo de investigadores encontró y reflotó el Hunley el primer submarino de América utilizado en la Guerra de Secesión. La historia fue transmitida por History Channel y convertida en película por Hollywood. La nave fue construida apenas un par de años antes que el "Flach".
Benítez vio el documental y quedó helado. Ahí, frente a sus ojos, tenía el mejor ejemplo de que lo que quería hacer era importante. Pero para que le escuchen una idea tan descabellada, entendió que debía hacer una presentación seria, sólida. Así que recopiló con lujo de detalles la historia del "Flach" y determinó el diseño más probable de la nave, porque no hay planos ni registro fotográfico.
Con esa información, solicitó a la Armada que patrocinara la búsqueda y le permitiera documentar en video el hecho. La idea prendió: "Para nosotros es importante reconocer a los protagonistas del desarrollo naval, en especial en este caso, en que pese a la precariedad tecnológica, hubo gente adelantada a su tiempo que nos puso a la vanguardia utilizando sólo el ingenio", afirma el contraalmirante Cristián Millar.
Benítez también integró al equipo de búsqueda a la Facultad de Arqueología Submarina de la U. Internacional Sek y a Jorge Nelson Zepeda, jefe del Departamento Hidrográfico de la Armada, experto en el tema del "Flach". Además, el Consejo de Monumentos Nacionales aprobó la búsqueda, que durará cuatro días y que comenzará a fines de este mes o a comienzos del próximo, antes de que la bahía se llene de embarcaciones.
EN VALPARAÍSO, DONDE FUNCIONÓ el primer telégrafo, el primer diario, el primer canal de TV, el primer equipo de fútbol, no es raro que también se haya construido el primer submarino. En 1866, éste era un puerto con una creciente actividad comercial, donde se había instalado a vivir la élite económica e intelectual del país.
Las cabezas de sus habitantes estaban más puestas en Europa que en Chile y la imaginación de los porteños estallaba desde que hace algunos días sabían que frente a sus narices se realizaban las primeras pruebas de navegación bajo el agua, algo que ni siquiera habían leído en novelas de ficción. 20 mil leguas en viaje submarino, de Julio Verne, se publicó cuatro años después.
Sin embargo, los diarios veían con recelo este experimento. "Hay curiosidad y cierta burla en la prensa que ve dichos aparatos como un pérdida de tiempo y dinero", decía El Mercurio de Valparaíso un par de semanas antes de la tragedia.
El invento de Karl Flach era simple. Totalmente hecho de fierro, el submarino tenía un largo de 12,5 metros y un peso cercano a las 100 toneladas. Se impulsaba a propulsión humana, con pedales que movían sus dos hélices, y se hundía con un ingenioso sistema de arrastre de pesos de un lado a otro de la nave. Además contaba con dos cañones y una escotilla. Pero no tenía periscopio, por lo que, cada tanto, el buque debía salir a la superficie para saber si iba en la dirección correcta.
Antes del 3 de mayo de 1866, Karl Flach ya había realizado al menos una prueba de inmersión, y ésta era la primera en que se iba a aventurar un poco más lejos de la costa. Pero, según registros oficiales de la época, el alemán no avisó de este ensayo a la Armada. El capitán de fragata Galvarino Riveros notificó en una carta enviada al comandante general que el día anterior a la tragedia se encontró en la calle con Flach y que éste le dijo que no tenía fecha para una nueva prueba mientras no se mejorara de un resfriado.
Pero aquel día, el ingeniero estaba exultante, preso de su propio entusiasmo. No sólo llevó a su hijo de 16 años al submarino, sino que intentó que lo acompañara una de sus tres hijas, lo que fue impedido por su esposa. Estaba decidido a comprobar hasta dónde podía llegar y, según un parte de la Gobernación Marítima, Flach desoyó los consejos del oficial naval a cargo y tampoco permitió que le engancharan una boya a la nave para monitorear la dirección que llevaba.
Fue la última vez que se le vio a él, a su tripulación y a su submarino. Nunca se supo lo que sucedió. El diario La Patria especuló con una falla en el sistema de inmersión o que el invento no soportó la presión al sumergirse demasiado y se partió.
Dos remolcadores y una fragata inglesa intentaron reflotar al submarino, luego de que un buzo encontrara el armatoste tumbado en el fango. No hubo caso. Varias veces se cortaron las cadenas y las labores se suspendieron. Nadie más buscó la forma de rescatar los cadáveres. Hasta hoy.
EN LA BAHÍA DE VALPARAÍSO hay cerca de 500 naufragios documentados desde el siglo XVI, un verdadero cementerio submarino declarado monumento histórico en 1996.
El proyecto "Flach" será lo más parecido a la búsqueda del Titanic en Chile. Se utilizará un sonar de barrido lateral para escanear la superficie del fondo marino, un perfilador para hacer un mapa del sector y un magnetómetro que permitirá detectar estructuras metálicas.
Benítez no ha dejado nada por hacer. Hace unos días, incluso, visitó a Isabel Cristina Ávila, la mentalista de Chimbarongo que ha ayudado en casos como Antuco, en busca de más pistas. También se entrevistó con Guillermo Stengen, un médico de Quilpué, bisnieto de Flach. "Estoy feliz con este proyecto dice Stengen, al teléfono. Lo que hizo mi bisabuelo fue un acto de ingeniería y heroísmo increíbles. Y una locura. Imagínese: aventurarse en esa máquina primitiva...".
Las gaviotas siguen con su vuelo amenazante y el viento salado de Valparaíso golpea el rostro de Benítez. Su mirada, clavada por largo rato en el mismo punto de la bahía, traspasa el agua y llega hasta el fondo marino. Ahí ve al "Flach", enterrado de punta en el fango, en perfecto estado. No se ha partido en dos, como algunos le han advertido. Tampoco ha sido sepultado bajo toneladas de sedimento y escombros por los sucesivos trabajos que se han hecho en el muelle. Lo ve claro. Se lo imagina en detalle, como si fuera parte de su propio documental.
La última vez que tuvo noticias de Karl Flach fue hace pocos días, en un sueño. Lo veía calvo, con una gran barba y vestido elegantemente, tal como aparece en las pocas fotografías que se conservan de él. El alemán, a lo lejos, le hacía una señal de saludo y lo invitaba a entrar al submarino.
Ya voy susurra Benítez.
Autor: Gazi Jalil F. El proyecto "Flach" será lo más parecido a la búsqueda del Titanic en Chile. Se utilizará un sonar de barrido lateral para escanear la superficie del fondo marino, un perfilador para hacer un mapa del sector y un magnetómetro que permitirá detectar estructuras metálicas.
Benítez no ha dejado nada por hacer. Hace unos días, incluso, visitó a Isabel Cristina Ávila, la mentalista de Chimbarongo que ha ayudado en casos como Antuco, en busca de más pistas. También se entrevistó con Guillermo Stengen, un médico de Quilpué, bisnieto de Flach. "Estoy feliz con este proyecto dice Stengen, al teléfono. Lo que hizo mi bisabuelo fue un acto de ingeniería y heroísmo increíbles. Y una locura. Imagínese: aventurarse en esa máquina primitiva...".
Las gaviotas siguen con su vuelo amenazante y el viento salado de Valparaíso golpea el rostro de Benítez. Su mirada, clavada por largo rato en el mismo punto de la bahía, traspasa el agua y llega hasta el fondo marino. Ahí ve al "Flach", enterrado de punta en el fango, en perfecto estado. No se ha partido en dos, como algunos le han advertido. Tampoco ha sido sepultado bajo toneladas de sedimento y escombros por los sucesivos trabajos que se han hecho en el muelle. Lo ve claro. Se lo imagina en detalle, como si fuera parte de su propio documental.
La última vez que tuvo noticias de Karl Flach fue hace pocos días, en un sueño. Lo veía calvo, con una gran barba y vestido elegantemente, tal como aparece en las pocas fotografías que se conservan de él. El alemán, a lo lejos, le hacía una señal de saludo y lo invitaba a entrar al submarino.
Ya voy susurra Benítez.
Fuente: Diario El Mercurio Sábado 18 de noviembre de 2006
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