Este es el testimonio de uno de los Infantes de Marina que navegó en el Submarino SANTA FE y que fuera desembarcado en Grytviken en 1982. A Marcelo Moyano lo que más lo deslumbraba durante la infancia eran los uniformes. En su Mendoza natal no había para él espectáculo alguno que pudiera compararse con los desfiles. Admiraba los cientos de impecables y colorido trajes militares que destellaban bajo el sol, al paso armónico de las topas.
Este es el testimonio de uno de los Infantes de Marina que navegó en el Submarino SANTA FE y que fuera desembarcado en Grytviken en 1982.
EL ULTIMO ACTO DEL “SANTA FE”
A Marcelo Moyano lo que más lo deslumbraba durante la infancia eran los uniformes. En su Mendoza natal no había para él espectáculo alguno que pudiera compararse con los desfiles. Admiraba los cientos de impecables y colorido trajes militares que destellaban bajo el sol, al paso armónico de las topas.
Cuando iba a 5° grado lo llevaron, con el curso, a Mar del Plata. Allí lo aguardaba una experiencia imborrable. Visitaron la base de la Armada y pudieron entrar en el “Santa Fe”, un submarino. Le pareció un sueño. Ignoraba que, al cabo de los años, volvería a subir a la misma nave para emprender un largo y difícil viajo de más de 2000 millas, en cuyo destino estaban escritos los días de su vida que jamas podría olvidar. Al concluir la escuela primaria decidió presentarse en la delegación naval mendocina como postulante a la Armada en la que, tras aprobar los exámenes, se incorporó en 1979. Recuerdo que fuimos a Buenos Aires en tren. En la Escuela de Mecánica de la Armada nos dieron un pantallazo sobre las especialidades a seguir y me gustó Infantería de Marina. “Esa misma noche partimos también en tren, hacia Punta Mogotes, donde estaba la Escuela de Suboficiales de Infantería, en la que hice el curso de dos años. En 1981, me destinaron a Baterías, en el Batallón de Infantería N°1, que hoy ya no existe.
Era cabo segundo y como no tenía familiares aquí, vivía en el cuartel. Estaba asignado a la compañía de tiradores de primera línea. Los primeros que van al frente. Tenia a mi cargo un grupo de 12 conscriptos, conformados por tres pelotones. Ahí permanecí todo el año 1981. Hasta diciembre, en que me trasladaron al Batallón Comando, donde estaba la compañía antitanque. Tuve que hacer el curso de guiador de misiles antitanque. El curso fue acelerado porque aunque nosotros no lo sabíamos ya se preparaba la acción en Malvinas. Y advertíamos que algo iba a ocurrir. Desde ese momento vivimos con ansiedad pensando en la misión que nos sería asignada. El día 16 de abril (1982) tras una semana de preparación de equipos, nos enviaron a la Base Naval de Mar del Plata, donde amarraban los submarinos. Sabíamos que no nos íbamos a quedar allí. Pero ignorábamos nuestro destino final. Llegamos casi de noche. Yo iba con gente de mas jerarquía y me acompañaba un solo conscripto que era mi ayudante. Nos comunicaron que embarcaríamos en el submarino “Santa Fe”. La casualidad me conducía de nuevo a la nave visitada cuando iba a 5° grado.
Cuando iba a 5° grado lo llevaron, con el curso, a Mar del Plata. Allí lo aguardaba una experiencia imborrable. Visitaron la base de la Armada y pudieron entrar en el “Santa Fe”, un submarino. Le pareció un sueño. Ignoraba que, al cabo de los años, volvería a subir a la misma nave para emprender un largo y difícil viajo de más de 2000 millas, en cuyo destino estaban escritos los días de su vida que jamas podría olvidar. Al concluir la escuela primaria decidió presentarse en la delegación naval mendocina como postulante a la Armada en la que, tras aprobar los exámenes, se incorporó en 1979. Recuerdo que fuimos a Buenos Aires en tren. En la Escuela de Mecánica de la Armada nos dieron un pantallazo sobre las especialidades a seguir y me gustó Infantería de Marina. “Esa misma noche partimos también en tren, hacia Punta Mogotes, donde estaba la Escuela de Suboficiales de Infantería, en la que hice el curso de dos años. En 1981, me destinaron a Baterías, en el Batallón de Infantería N°1, que hoy ya no existe.
Era cabo segundo y como no tenía familiares aquí, vivía en el cuartel. Estaba asignado a la compañía de tiradores de primera línea. Los primeros que van al frente. Tenia a mi cargo un grupo de 12 conscriptos, conformados por tres pelotones. Ahí permanecí todo el año 1981. Hasta diciembre, en que me trasladaron al Batallón Comando, donde estaba la compañía antitanque. Tuve que hacer el curso de guiador de misiles antitanque. El curso fue acelerado porque aunque nosotros no lo sabíamos ya se preparaba la acción en Malvinas. Y advertíamos que algo iba a ocurrir. Desde ese momento vivimos con ansiedad pensando en la misión que nos sería asignada. El día 16 de abril (1982) tras una semana de preparación de equipos, nos enviaron a la Base Naval de Mar del Plata, donde amarraban los submarinos. Sabíamos que no nos íbamos a quedar allí. Pero ignorábamos nuestro destino final. Llegamos casi de noche. Yo iba con gente de mas jerarquía y me acompañaba un solo conscripto que era mi ayudante. Nos comunicaron que embarcaríamos en el submarino “Santa Fe”. La casualidad me conducía de nuevo a la nave visitada cuando iba a 5° grado.
Regreso a Buenos Aires (Archivo: elSnorkel.com) |
La dotación del submarino estaba integrada por personal sin armamento. El grupo armado lo integraban 20 efectivos. Los últimos sabían que se dirigían hacia el sur, pero no, precisamente, a donde. Iniciamos la navegación con esa incertidumbre. Para los que no estabamos acostumbrados, todo era nuevo, extraño. Comíamos por turno en un comedor para seis personas. Al principio el submarino me producía sensación de encierro. No era como un buque en el que uno sale a cubierta para oxigenarse. Me sentía siempre dentro de un armazón de hierro. Llego un momento en que perdí la noción del tiempo ya que vivíamos constantemente con luz artificial. Dormíamos cuando se podían ocupar las camas que dejaban los integrantes de la dotación que estaban de guardia. Transcurrieron los días. Todo nos resultaba monótono, porque nuestra actividad comenzaría recién al llegar. Pasábamos algún video, leíamos. No podíamos escuchar radio porque se perdía la señal. A veces nos permitían mirar por el periscopio, para salir de la rutina. Pero lo único que veíamos era el mar. Hasta que comenzamos a navegar bajo agua. Esto ocurrió durante tres o cuatro días, mientras atravesábamos la zona de conflicto, pues se suponía que en esa área estaba ya la flota inglesa. Recibimos indicaciones de hacer vida normal pero sin provocar ruidos fuertes y hablando en voz baja. Eso nos transmitió cierta tranquilidad porque sabíamos que ahí había gente nuestra. Unos 40 hombres, en su mayoría infantes. Tras ocho días de navegación llegamos al puerto de Grytviken el 25 de abril, alrededor de la 1. No se veía nada. Ibamos con ropa de zona fría. Había un poco de nieve y llovía mucho.
La playa me pareció chiquita y desierta. De inmediato llego gente nuestra en una lancha capturada a los ingleses. La amarraron al submarino y empezamos a baja la carga para llevarla a las casas que habían sido tomadas. En la isla me encontré con un Cabo Segundo, Ibañez, que era un gran amigo mío de la epoca de Mar del Plata. Fui a la vivienda que él ocupaba y dejé mi equipo. Nos mostraron el lugar. Esas casas eran de chapa y maderas, bien protegidas contra el frío. Incluso disponían de gas. Las montañas forman allí una especie de herradura en torno al mar. A las 05:30 terminamos la descarga y zarpó de nuevo el submarino. Media hora mas tarde, en el hospital, se reunieron el Capitán Lagos y el Teniente Luna para analizar la situación. Pero a las 06:30 cuando amanecía, se recibió por radio un mensaje urgente del “Santa Fe” Anunciaba que estaba siendo atacado y emprendía el regreso.
El Submarino se defendió con el armamento de a bordo. Un cohete impactó en la “vela” de la nave y el Cabo Macias sufrió graves heridas. Veinte minutos mas tarde, el “SANTA FE”, ingresaba de nuevo al muelle, atacado con misiles por dos Sea Linx. Desde tierra se les lanzó un misil Bantam, sin alcanzar el blanco debido a la distancia, pero logró provocar el alejamiento de las aeronaves. De ese modo, el submarino pudo atracar en King Edward Point, en la factoría ballenera. El cabo Macias fue desembarcado rápidamente y operado por el Teniente médico Gatica. Tuvieron que amputarle una pierna. “Recuerdo que hacia mucho frío y llovía. El submarino quedo ahí, hundido a escasa profundidad. No se movió más. “Poco después de las 9, con los prismáticos, vimos en la costa opuesta, a unos 1.500 metros que comenzaba el desembarco inglés desde helicópteros. Permanecían fuera del alcance de nuestras armas. “A partir de la 10 comenzó el fuego naval con ráfaga de 6 a 10 disparos cada cinco minutos. Pensamos que no querían destruir las instalaciones de la isla. Pero el hostigamiento era permanente sobre la costa. No sabíamos si en algún momento las bombas caerían encima de nosotros. Mientras tanto, las tropas inglesas seguían avanzando. La diferencia de número era muy grande. No podríamos resistir”
La playa me pareció chiquita y desierta. De inmediato llego gente nuestra en una lancha capturada a los ingleses. La amarraron al submarino y empezamos a baja la carga para llevarla a las casas que habían sido tomadas. En la isla me encontré con un Cabo Segundo, Ibañez, que era un gran amigo mío de la epoca de Mar del Plata. Fui a la vivienda que él ocupaba y dejé mi equipo. Nos mostraron el lugar. Esas casas eran de chapa y maderas, bien protegidas contra el frío. Incluso disponían de gas. Las montañas forman allí una especie de herradura en torno al mar. A las 05:30 terminamos la descarga y zarpó de nuevo el submarino. Media hora mas tarde, en el hospital, se reunieron el Capitán Lagos y el Teniente Luna para analizar la situación. Pero a las 06:30 cuando amanecía, se recibió por radio un mensaje urgente del “Santa Fe” Anunciaba que estaba siendo atacado y emprendía el regreso.
El Submarino se defendió con el armamento de a bordo. Un cohete impactó en la “vela” de la nave y el Cabo Macias sufrió graves heridas. Veinte minutos mas tarde, el “SANTA FE”, ingresaba de nuevo al muelle, atacado con misiles por dos Sea Linx. Desde tierra se les lanzó un misil Bantam, sin alcanzar el blanco debido a la distancia, pero logró provocar el alejamiento de las aeronaves. De ese modo, el submarino pudo atracar en King Edward Point, en la factoría ballenera. El cabo Macias fue desembarcado rápidamente y operado por el Teniente médico Gatica. Tuvieron que amputarle una pierna. “Recuerdo que hacia mucho frío y llovía. El submarino quedo ahí, hundido a escasa profundidad. No se movió más. “Poco después de las 9, con los prismáticos, vimos en la costa opuesta, a unos 1.500 metros que comenzaba el desembarco inglés desde helicópteros. Permanecían fuera del alcance de nuestras armas. “A partir de la 10 comenzó el fuego naval con ráfaga de 6 a 10 disparos cada cinco minutos. Pensamos que no querían destruir las instalaciones de la isla. Pero el hostigamiento era permanente sobre la costa. No sabíamos si en algún momento las bombas caerían encima de nosotros. Mientras tanto, las tropas inglesas seguían avanzando. La diferencia de número era muy grande. No podríamos resistir”
Marcelo Moyano (Foto:DIARIO LA NUEVA PROVINCIA)
“A las 4 de la tarde continuaba el bombardeo naval. Empezaba a oscurecer y el personal del submarinos que no estaba preparado para un desembarco en la isla, carecía de equipo para soportar las bajas temperaturas. “Ya por entones, una compañía inglesa de tiradores reforzada rodeaba la posición argentina” Quince minutos mas tarde, ante la imposibilidad de intentar cualquier defensa, y según las directivas recibidas, la guarnición decidió rendirse. Enseguida se ordenó una formación y, mientras se entonaba el Himno Nacional, se vivó tres veces a la Patria y se arrió el pabellón, para evitar que cayera en manos enemigas. “Fue uno de los momentos más tristes de mi vida. Yo tenia 19 años. Al lado mío estaba un Cabo Principal, Farias, que tenia 28. Lo miré y vi que se le caían las lagrimas. Su gesto me conmovió.
No habíamos podido cumplir nuestro objetivo. “A partir de ese momento se inició un dialogo por radio. Los ingleses dijeron que iban a desembarcar en helicóptero, que no nos resistiéramos para evitar problemas. A eso de las 5 de la tarde descendieron más de cien efectivos. Creo que era el Regimiento 42. “El trato que nos brindaron fue correcto. Incluso evacuaron al Cabo Macias a un buque Inglés, para atenderlo mejor. “Quedamos en calidad de prisioneros, incluyendo los 39 civiles argentinos que habían ido a desarmar la factoría cuando se produjo la ocupación. “Permanecimos tres días en la isla. Hasta que un buque carguero inglés, el “Tidespring”, llego al puerto con abastecimiento y pertrechos.
Antes de que emprendieran el regreso, nos embarcaron a nosotros. No sabíamos a donde nos llevaban. “Ibamos en la bodega, sin enterarnos de nada, durmiendo en una especie de cuchetas. Pensamos que podía ocurrirnos cualquier cosa. “Una tarde bajo al buque un helicóptero con gente de la Cruz Roja para revisarnos. Cuarenta y ocho horas después llegábamos a la Isla Ascensión. Desde le buque a las 11 de la noche, nos trasladaron a tierra en un helicóptero Sea King. Luego, nos condujeron a un avión de bandera holandesa, por un camino lleno de reflectores que nos encandilaban.
“El vuelo nos llevo a Uruguay, donde aterrizamos el 12 de mayo. Allí nos enteramos del hundimiento del “Belgrano”, lo que nos produjo una enorme tristeza. Yo había navegado tres días en ese crucero y tenia en él muchos amigos. Al día siguiente, descendíamos de un buque de la Armada en Buenos Aires” La familia Moyano ignoraba la suerte que había corrido Cuando a través del Informativo de televisión - 60 minutos - mostraron el desembarco de los prisioneros liberados, y en ese momento, su hermano lo vio bajar por la escalera de la nave.
No habíamos podido cumplir nuestro objetivo. “A partir de ese momento se inició un dialogo por radio. Los ingleses dijeron que iban a desembarcar en helicóptero, que no nos resistiéramos para evitar problemas. A eso de las 5 de la tarde descendieron más de cien efectivos. Creo que era el Regimiento 42. “El trato que nos brindaron fue correcto. Incluso evacuaron al Cabo Macias a un buque Inglés, para atenderlo mejor. “Quedamos en calidad de prisioneros, incluyendo los 39 civiles argentinos que habían ido a desarmar la factoría cuando se produjo la ocupación. “Permanecimos tres días en la isla. Hasta que un buque carguero inglés, el “Tidespring”, llego al puerto con abastecimiento y pertrechos.
Antes de que emprendieran el regreso, nos embarcaron a nosotros. No sabíamos a donde nos llevaban. “Ibamos en la bodega, sin enterarnos de nada, durmiendo en una especie de cuchetas. Pensamos que podía ocurrirnos cualquier cosa. “Una tarde bajo al buque un helicóptero con gente de la Cruz Roja para revisarnos. Cuarenta y ocho horas después llegábamos a la Isla Ascensión. Desde le buque a las 11 de la noche, nos trasladaron a tierra en un helicóptero Sea King. Luego, nos condujeron a un avión de bandera holandesa, por un camino lleno de reflectores que nos encandilaban.
“El vuelo nos llevo a Uruguay, donde aterrizamos el 12 de mayo. Allí nos enteramos del hundimiento del “Belgrano”, lo que nos produjo una enorme tristeza. Yo había navegado tres días en ese crucero y tenia en él muchos amigos. Al día siguiente, descendíamos de un buque de la Armada en Buenos Aires” La familia Moyano ignoraba la suerte que había corrido Cuando a través del Informativo de televisión - 60 minutos - mostraron el desembarco de los prisioneros liberados, y en ese momento, su hermano lo vio bajar por la escalera de la nave.
Adaptación ROBERTO MARCELO PAZ
Macias y Funes 20 Años despues (Foto: gentileza M. Salvatierra)
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