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La Primera Mesa de Ataque (Argentina)

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Así se desarrollaba el adiestramiento táctico de los primeros Comandantes de Submarinos Argentinos... Fue una costumbre de muchos años, en e...

Así se desarrollaba el adiestramiento táctico de los primeros Comandantes de Submarinos Argentinos...

Fue una costumbre de muchos años, en el ambiente de submarinistas, llamar a esos adiestradores de ataque como “mesa de ataque”, aunque la realidad no eran mesas sino todo un muy voluminoso complejo sistema electromecánico que simulaba, con mucho de parecido, la situación y condiciones que se vivían en la cámara de comando de los submarinos, durante un ataque con torpedos sobre un blanco de superficie.
Yo me adiestré como submarinista, a partir de principios del año 1947, y conocí la primera mesa de ataque, que era realmente una mesa ubicada en el cuadrado 8 de la cubierta baja del Guardacostas “BELGRANO” (ex Crucero Acorazado – de la Clase Garibaldi) , que en esa época, amarrado fuertemente con esprines y largos de su propia cadena del ancla y abierto del muelle, para no golpear, con ancla de babor fondeada y muerto de popa, en el actual amarradero número 2, se desempeñaba como Buque Base y a su bordo, en un muy dulce amontonamiento, estaba todos los alojamientos de personal superior y subalterno de la Base y de los Submarinos, los pañoles, los talleres, todo, excepto los automotores y una pequeña casilla de madera que era la primera Escuela de Buceo.
La mencionada “mesa de ataque” consistía, como digo, en una mesa cuya tapa era un grueso tablón de 2 pulgadas de espesor, de un largo aproximado de 6 metros y 1 metro de ancho. Tenía dos alas laterales (a ambos lados) de medio metro de ancho, a todo el largo, con bisagras, las que al armarse horizontalmente, aumentaban el ancho de la mesa a 2 metros.
La altura era a nivel del pecho. Ocho patas sostenían el conjunto, formado exactamente una gran mesa, pintada de color celeste verdoso imitando la superficie del mar.
Hacia uno de los extremos se encontraba una pantalla vertical, detrás de la cual se ubicaba el atacante, el que no podía ver el blanco, que era un pequeño buque de plomo o de antimonio en perfecta réplica de los buques de la época, acorazados, cruceros y buques mercantes, generalmente británicos o alemanes.
La pantalla tenía una pequeña ventana con una tapa con bisagra, por la que se podían efectuar observaciones de ¡“periscopio”!, el que era un micrómetro de los usados comúnmente en los puentes de los buques de superficie, para mantener correctamente la distancia dentro de las formaciones.
La tapa era operada en forma tal, que solamente permitía efectuar las observaciones, durante el tiempo que el comandante atacante establecía previamente como tiempo de exposición de periscopio y que dependía, para no ser avistado, de la distancia al blanco, estado del mar y velocidad propia, que siempre variaba entre 1,1 – 2,2 y 3,6 nudos.
En esas observaciones de periscopio, solamente se apreciaba el ángulo en el blanco y se medía la distancia, datos con los que por medio de unas tablillas, se calculaba la distancia a la derrota, valor fundamental para el lanzamiento de torpedos. El buque blanco era movido a mano para cada observación de periscopio, colocándolo en la posición relativa correcta con respecto al atacante.
El lanzamiento se efectuaba a distancias siempre cortas, no más de 1200 metros y en salvas no menores de 2 torpedos, para asegurar el impacto, pudiendo llegar hasta 6 torpedos en ataques a blancos principales como acorazados y portaaviones.
Hubo algún comandante que llegó a lanzar una salva de 8 torpedos con la totalidad de los tubos de proa y popa y lógicamente el submarino saltó a superficie.
Los torpedos utilizados en esa época, eran los WHITHEAD Modelo 39, con graduaciones a distancia para 4000, 8000 y 12000 metros, en tiro directo o angulado, hasta 90”. Los submarinos graduaban exclusivamente la corrida en 4000 metros, distancia para la cual, los torpedos tenían una velocidad de 51 nudos.
De esta manera se adiestraban los viejos submarinistas, hasta que en 1963, ya desaparecido el Guardacostas “BELGRANO”, se instaló el nuevo adiestrador de ataque, para las tripulaciones de los submarinos Tipo FLOTA y GUPPY, que era un enorme aparato que ocupaba un importante sector del edificio de la entonces Escuela de Submarinos, ya que la que yo menciono, no existía, no tenían ningún local, no había profesores ni clases y solamente un Teniente de Navío, que ocupaba uno de varios cargos en la Base, se lo designaba como Director, pero era poco lo que debía dirigir, casi exclusivamente las prácticas de ataque en la mesa y los exámenes finales.

Los alumnos, por así llamarlos, ya que no eran regulares, prestaban servicio en los cargos de la Base y en el “BELGRANO” y en el caso particular mío, me tocó desempeñarme como Jefe de Servicio de Puerto y como Comandante del Remolcador “RANQUEL” el que operaba como apoyo de los submarinos, como blanco para los ataques y para recuperar torpedos en los lanzamientos.
Esta primitiva mesa de ataque, al desaparecer el viejo Guardacostas “BELGRANO” a mediados del año 1947, fue desembarcada e instalada en el local original de la biblioteca del flamante edificio de alojamiento de Jefes y Oficiales, frente a la cámara de Jefes, hasta que poco tiempo después desapareció, sin dejar rastros, sin pena ni gloria, transformándose en simple chatarra, luego de tantos años de prestar tan importante servicios al Arma Submarina.
Me parece percibir una velada sonrisa en los jóvenes oficiales de las más recientes promociones de submarinistas, al leer esta breve historia que escribo con verdadera emoción de tripulante de los viejos submarino SALTA (submarinos de Clase CAVALLINI conocidos en argentina como Tarantinos), en el que me desempeñe como Jefe de Navegación, Jefe de Armamento, Segundo Comandante y por fin Comandante Accidental, es decir, todos los cargos que podía cubrir un oficial de Comando en ese tipo de Submarinos.

A ellos va mi saludo como oficial más viejo y mi aliento para que con su esfuerzo y sacrificio, el Arma Submarina sea el orgullo de la Armada. Sólo me queda tratar de disimular la envidia que les tengo por no tener ya el honor de tripular esos tiburones de acero, aunque para alivio de mi tristeza, me mantengo en estrecho contacto por vínculos muy afectivos, los que prolongan mi satisfacción de haber pertenecido a ese pequeño y selecto grupo...
los Submarinistas.
Este articulo fue escrito por el Capitán de Corbeta (RE) Dn. Alfonso David Giavedoni, y publicado en el viejo Folleto Informativo de la Escuela de Submarinos en 1988.

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